
“Entre la Naranja y la Nostalgia” /
El “Traca” aún continúa con la práctica del básquetbol
En la tarde de un viernes en Salto, LA PRENSA Striming tuvo el privilegio de recibir a un personaje muy querido: el Dr. Eduardo “Traca” Andrade. Médico de profesión, deportista de corazón. Aunque muchos lo conocen por su labor en la salud, su historia con el deporte —especialmente con el básquetbol— es entrañable y reveladora de una época en la que la pelota naranja no era solo un juego, sino un estilo de vida. En algún momento también practicó fútbol, pero la “spalding” fue la que lo atrapó, aún hoy día, que lo sigue practicando con mucha pasión.
UNA PASIÓN
La relación de Andrade con el básquetbol comienza cuando tenía apenas 11 años. Fue en la escuelita del Club Universitario, donde dio sus primeros pasos, o mejor dicho, sus primeros dobles. “Ahí no me moví más”, dice con firmeza, dejando claro que su lealtad al club fue, y es, absoluta.
El básquet, sin embargo, no fue su única inquietud deportiva. También le gustaba el fútbol, aunque confiesa que nunca fue una estrella. “Siempre fui del montón, muy aguerrido, muy guerrero”, dice con humildad. Aun así, lo que le faltaba en talento, lo suplía con entrega.
EL SALTO A MONTEVIDEO
Ya adolescente, Andrade se trasladó a Montevideo para estudiar. Allí jugó en equipos como Trouville y Verdirojo. Pero rápidamente comprendió que su futuro no estaba en el deporte profesional, sino en los libros. “Era el estudio lo que me iba a sacar adelante”, reflexiona.
Al volver a Salto, jugó sus últimos partidos oficiales en Universitario. Como debía desafiliarse de la Federación Uruguaya para volver a jugar en el interior, su carrera deportiva “formal” terminó allí. Sin embargo, su pasión jamás se extinguió.
VETERANOS, AMISTAD Y “TERCER TIEMPO”
Hoy, con más de 70 años, el “Traca” sigue jugando al básquet. Forma parte de un grupo de veteranos que se reúne tres veces por semana en el gimnasio de la plaza de deportes gracias a un convenio público-privado. Pagan una pequeña cuota y disfrutan no solo del juego, sino también de la compañía.
“Jugamos personas entre 35 y 70 años. Se nota la diferencia física, pero lo importante es compartir”, cuenta. Una vez al mes, celebran los cumpleaños del grupo con un asado y postres. “Cuando hay un solo cumpleañero, el postre escasea. Pero si hay tres, sobra”, bromea.
Este “tercer tiempo” es tan importante como el partido. Refuerza los lazos de amistad, algo que, según él, se ha perdido con el tiempo en el deporte competitivo.
MUNDIAL INOLVIDABLE
Uno de los recuerdos más vívidos del “Traca” es la serie del Mundial de Básquet de 1967, donde una de las Series fue organizada en parte por su propio padre, que se jugó en el Gimnasio de Universitario. “Tengo la medalla que le dieron a mi padre por ayudar a organizar”, cuenta con orgullo. En la oportunidad, quedó impactado por los jugadores brasileños, en especial Huiratán Pereira Maciel. “Tenía una capacidad tremenda para emboscar”, recuerda.
La serie incluyó equipos como Brasil, Polonia y Paraguay. Japón también pasó por Salto, aunque solo para un amistoso con Uruguay. Para Andrade, aquellos partidos no fueron solo un evento deportivo: fueron parte de su formación como aficionado.
LA ÉPOCA DORADA
Andrade recuerda con emoción los tiempos en los que se jugaba en múltiples canchas —River, Hindú, Chaná, Ferro, Universitario— y en los que el compañerismo era ley. “Después del partido, todos juntos en el balcón de la U, compartiendo una mandarina o una cerveza”, dice, con nostalgia.
La competencia era fuerte, pero sana. Había ligas A y B, tres divisiones (Primera, Reserva y Menores), y chicos que jugaban en varias categorías. “Los menores a veces jugábamos en primera porque no había mucha gente”, cuenta. Esa convivencia entre generaciones fortalecía los lazos del club y la comunidad.
EL BÁSQUET ACTUAL
Aunque celebra la continuidad del básquet en Salto, Andrade lamenta la desaparición de muchos clubes históricos y la pérdida del semillero local. La llegada de jugadores extranjeros, si bien elevó el nivel competitivo, también contribuyó a que los jóvenes locales deban emigrar, especialmente a Montevideo.
“El básquet cambió. Tiene cosas buenas, pero también deja menos espacio a los gurises de acá”, señala. Aun así, no pierde el entusiasmo: sigue yendo a entrenar, sigue participando, y sigue creyendo que el deporte puede ser una gran escuela de vida.
La historia deportiva del Dr. Eduardo “Traca” Andrade no se mide en títulos ni estadísticas, sino en valores. El deporte le enseñó constancia, compañerismo, humildad. Y hoy, más de medio siglo después de aquel primer pique en la escuelita del Universitario, sigue practicando y enseñando esos valores. Porque cuando el deporte se vive con el corazón, nunca se termina de jugar.
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