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Muchos autores pueden acercarnos, desde distintas áreas, a entender la realidad que nos toca vivir. Vayamos a un repaso de los mismos.

La teoría de Malthus: quizás valga la pena revisar sus teorías con ojos modernos; algo correcto, de hecho, todavía puede ser vislumbrado. El malthusianismo es una doctrina económica que se refiere a la tesis de Malthus y se centra en la relación que existe entre la población y los recursos naturales disponibles en nuestro planeta. Si, por lo tanto, no se detiene el crecimiento demográfico, la pobreza y el hambre en el mundo están destinados a crecer cada vez más hasta alcanzar resultados catastróficos.

Siguiendo con los aportes de grandes pensadores transitamos el tiempo y el espacio como dos componentes del mundo, en un caso está Max Weber, posiblemente el principal teórico social del siglo XX, Max Weber es conocido como el principal arquitecto de la ciencia social moderna junto con Karl Marx y Emilie Durkheim. Las amplias contribuciones de Weber dieron un impulso crítico al nacimiento de nuevas disciplinas académicas como la sociología, así como a la reorientación significativa en derecho, economía, ciencias políticas y estudios religiosos. Sus escritos metodológicos fueron fundamentales para establecer la identidad propia de la ciencia social moderna como un campo de investigación distinto. Todavía es reclamado como fuente de inspiración por los positivistas empíricos y sus detractores hermenéuticos por igual.

Las cuestiones fundamentales del orden económico, la responsabilidad y el estilo de vida surgen en las crisis actuales tal como lo hicieron en la época de Weber. Él vio una “afinidad electiva” entre el protestantismo y el capitalismo y este último como la fuerza impulsora de la sociedad moderna y, por lo tanto, como “el poder más fatídico de la vida moderna”. En su investigación, inicialmente trabajó en el desarrollo de una “teoría de la desigualdad social”.

Según Weber el capitalismo tiene mucho de ideología del protestantismo relacionado con el orden, responsabilidad y el tiempo para cada cosa o proceso. Asumió que la coincidencia de ciertas actitudes económicas con una ética profesional religiosa, ascética e interna del mundo promovió la aparición del capitalismo empresarial moderno. Y viceversa: según Weber, el racionalismo económico “depende de la capacidad y disposición de las personas para ciertos tipos de estilo de vida práctico y racional”.

Ya cerca en nuestro tiempo, el aporte de Giddens, sociólogo británico nos dice que la actividad social humana y la intersubjetividad en "La constitución de la sociedad" (1995) desarrolla su teoría de la estructuración, a la que asume como la formulación de una teoría del ser social históricamente conformado. Esta teoría ofrece una síntesis para reconceptualizar las relaciones entre la estructura social y la acción humana.

En este marco teórico analítico Giddens define la acción humana a partir de la competencia de los individuos para actuar, realizar las cosas y, en particular, de su capacidad para influir en los comportamientos de otros actores y de transformar las circunstancias y los contextos en los que se producen las interacciones. Estos atributos se completan con la reflexividad, dado que, en el ejercicio del poder, el actor o agente comprende las condiciones en las cuales actúa, tiene objetivos e intenciones en función de los cuales puede orientar su conducta y tiene expectativas en relación con los demás. De acuerdo con Giddens la reflexividad abarca tanto la conciencia discursiva como la conciencia práctica. En su propuesta de reconceptualización, caracteriza a la estructura como aquellas propiedades articuladoras que intervienen en el ordenamiento institucional de las sociedades, estabilizando y “estirando” relaciones a lo largo de segmentos espacio-temporales dilatados. Se trata de un conjunto de interacciones y principios organizativos que sólo existen en tanto haya continuidad en una reproducción social por un tiempo y un espacio. Y esa continuidad, a su vez, sólo existe en las actividades reflexivamente registradas de actores situado con un espectro de consecuencias buscadas y no buscadas. Las estructuras “acarreadas” por los sistemas sociales –afirma– no sólo imponen restricciones sino que también habilitan la acción.

El autor se refiere a las acciones humanas y la importancia del contexto en donde suceden y las relaciones con los demás actores o agentes, dando importancia al espacio y al tiempo en el cual el individuo se ve “situado” y deja de ser persona para pasar a ser “sujeto”.

En este aspecto el individuo, la sociedad y los países están ubicados en un espacio que les marca los límites de sus acciones frente al “otro”.

 

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