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En las páginas de policiales de La Prensa se ha dado información que cuesta a esta altura del partido creer que pasen esas situaciones. Se trata del robo de varias motos que sus dueños dejaron estacionadas "por un ratito" no solo sin candado, sin traba, sin llave, sino que las dejaron con las llaves puestas. Es difícil asumir que a la altura en que vivimos haya gente tan buena, o tan ingenua, que deje sus vehículos hasta con las llaves puestas. Es naturalmente una invitación a que les roben los birrodados, otra cosa no podemos decir.

Después todo un despliegue policial para rastrear las máquinas, lo que normalmente se alcanza; pero se podría evitar toda esa vuelta si se tuvieran los cuidados necesarios. Sabemos que igual se roban motos, pero de todas formas es clave que se tenga otro tipo de actitud porque de lo contrario vamos a seguir sufriendo este verdadero flagelo.

 

Un problema, más, se le está dando a los vecinos argentinos que viven sobre la costa del Río Uruguay, esto es por ejemplo a la gente de Concordia, de Colón, y localidades similares. Dicen economistas del vecino país que a la inflación diaria hay que agregarle la que asoma en este tipo de ciudades limítrofes con Uruguay debido a que los comerciantes, ante el aluvión de uruguayos que compran sin ton ni son, y aprovechando la gran diferencia de precios, suben los mismo pues los uruguayos no se quejan dado que todo les parece una ganga.

 

Eso hace que los pobres argentinos que viven en ciudades como Concordia deba enfrentar una segunda inflación, la propia, que los tiene a mal traer con más de ciento veinte por ciento anual y que les esquilma sus posibilidades de consumo, y la que realizan sus comerciantes en la medida que saben que llegan los orientales con sus ganas de comprar y comprar. A veces no nos damos cuenta que esta forma de arrasar de los charrúas en la vecina orilla no solo complica a los comercios de acá, también al consumidor argentino que tiene un escollo más a la hora de comprar sus artículos tan necesarios para la vida diaria.

 

Hay varias grietas en el viejo hormigón de la céntrica calle Grito de Asencio desde 8 de Octubre hasta la propia calle Uruguay. Es una zona tremenda de tránsito, con ómnibus incluido, a lo que se suma una bajada hacia el norte que lleva abundante agua cuando comienza a desagotarse el centro, lo que complica la ecuación final. Pero son grietas de años en algunos casos, que se van ahondando con el paso del tiempo, de vehículos y de agua que ya terminan molestando a los conductores.

 

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