Vara Elástica
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Por Pedro Rodríguez
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La noche del miércoles la Junta Departamental de Salto fue nuevamente escenario de polémica. Dos sesiones extraordinarias, con temas diferentes, pero que terminaron unidas por el mismo hilo: la moral, la ética y la coherencia de la política. En la primera sesión se trató la renuncia de un edil que dijo dejar su banca por motivos personales. Sin embargo, todos saben que detrás de esa renuncia hay hechos que son de público conocimiento. En la segunda, se realizó un llamado a sala por un informe de la JUTEP que critica una designación del gobierno departamental.
En ambas reuniones se repitieron palabras como respeto, ética y moral. Pero una cosa es hablar de moral y otra muy distinta es practicarla. Porque muchas veces, los mismos que la pronuncian con fuerza son los que menos la aplican cuando se trata de ellos mismos.
Ayer, hablando con un amigo, él me recordaba el libro de Carlos Vaz Ferreira, Moral para intelectuales. En ese texto, escrito hace más de un siglo, el filósofo uruguayo decía que la moral no tiene una sola definición. Si ser moral significa hacer lo que hace la mayoría, entonces todos seríamos inmorales.
Vaz Ferreira ponía el ejemplo del abogado, que debe defender incluso al asesino. Su función no es juzgar, sino defender. Por eso decía que el abogado es “intrínsecamente inmoral”. Esa idea también sirve para entender la política: hay quienes defienden lo indefendible, y otros que callan para no ir contra los suyos. Así, la moral termina siendo flexible, según el momento y la conveniencia.
Durante las sesiones, un edil habló del “chiquero” y de la falta de respeto en la Junta. Pero no hace mucho ese mismo edil, cuando murió el expresidente Jorge Batlle, escribió en redes sociales palabras muy duras, celebrando su muerte y tratándolo de “lacra” y “porquería”. ¿Dónde está entonces la coherencia moral? ¿Quién mide la vara del respeto?
También se habló de cómo se investigó el caso de un edil condenado por la Justicia. Algunos se preguntaron si se cumplieron todos los pasos legales, si hubo seguimientos indebidos o filtraciones. Son preguntas válidas, que deben responderse con claridad, porque la ética también se demuestra en la forma de investigar.
Mientras tanto, la palabra nepotismo volvió a escucharse. Se la usa con facilidad para señalar al otro, pero pocas veces se mira hacia adentro. En muchos casos hay familiares trabajando como secretarios, asesores o funcionarios cercanos. Y cuando eso pasa, la vara de la moral se acorta o se alarga según quién la sostenga.
Quizás Vaz Ferreira tenía razón: no hay una sola moral, hay tantas como personas existen. Cada uno acomoda la suya para justificar sus actos.
La sesión de la Junta dejó más que resoluciones: dejó un espejo. Y ese espejo muestra una política donde la moral se menciona mucho, pero se practica poco.
Y así seguimos, entre discursos y silencios, entre llamados a sala y renuncias, buscando una ética que no cambie de color con cada voto. Porque la verdadera moral no se grita en los discursos: se demuestra con los hechos.
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