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Una vez más, el Parque Benito Solari se convierte en escenario de actos de vandalización que inquietan y entristecen. Los hechos registrados recientemente revelan una conducta violenta y cobarde, la agresión intencional hacia aquello que es más vulnerable, aquello que pertenece a todos y que no puede defenderse por sí mismo.

La violencia como bien se sabe suele esconder la cobardía. Quienes destruyen lo ajeno se ensañan porque conocen de antemano su “victoria” vil, impulsada por la ignorancia y una falsa sensación de poder. En el fondo, sus actos solo exponen su propia pequeñez y su incapacidad de construir, de aportar o de convivir en armonía con el entorno.

Daños recientes y una peligrosa señal de involución

Las huellas de un vehículo pesado, con ruedas anchas y profundos surcos, son evidencia directa del daño provocado en el parque. Este motor poderoso energía artificial en manos de un conductor irresponsable se convirtió en instrumento de destrucción: con solo presionar un pedal, arrasó con parte de lo que otros han construido con esfuerzo para el disfrute colectivo.

Entre los elementos dañados se encuentran las esferas de cemento recientemente instaladas para proteger los senderos destinados a los usuarios más vulnerables: niños que juegan, ciclistas, adultos mayores que realizan caminatas tranquilas. Su función era garantizar seguridad y orden en un espacio creado para la paz, la recreación y el contacto con la naturaleza.

Un llamado a la responsabilidad y al cuidado del patrimonio común

Lo ocurrido en el Parque Bento Solari no es un simple incidente, es una alerta sobre la fragilidad de nuestros espacios públicos frente a la irresponsabilidad y la falta de empatía. El compromiso es de todos, de cuidar, respetar y preservar un lugar que pertenece a todos.

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