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Entre siete y ocho de cada diez uruguayos toman esta infusión impresa en el ADN criollo, que ni siquiera la pandemia del Covid19, logra mermar su consumo. La yerba mate tiene su punto de partida en los guaraníes y los gauchos del sur brasileño. Muchas cebadas, pasaron desde aquel comienzo, pero lejos de perder interés o consumo, la infusión es desde hace décadas, parte del ser nacional.

Bien dicen que quien transite por la calle o concurra a un paseo o evento portando un mate y un termo, seguro es un uruguayo. Es que nuestros compatriotas no tienen ni hora ni lugar, en donde no puedan cumplir con el rito del mate.

¿Porqué?

Es que muchos definen, entienden y sostienen que el mate es un compañero de todas las horas, fiel e infaltable. Es un rito que acompaña y es parte de todas las clases sociales uruguayas. Desde los más encumbrado al más humilde, todo los consumen o lo tienen como parte de su rutina diaria.

Según un estudio los uruguayos consumen en promedio, por cabeza unos 6 kilos y medio de yerba mate al año. Demás está decir, que es un gran negocios para sus importadores de la yerba mate, procesada o a procesar, como moler y envasar.

La mayor parte de la yerba que consumen los uruguayos, proviene de Brasil, donde el mate se denomina “chimarráo” y tiene gran consumo en exageradas calabazas, por los gaúcho de Rio Grande do Sul.-

Infusión que se comparte

Es la única infusión en el mundo que se comparte, que genera por ello un sentido de pertenencia y alienta un círculo afectivo donde el otro se convierte en parte de uno. No existe otra bebida que tenga esta manera de tomarse, que es lo que la hace tan cargada de afecto, amistad y sentimientos. Principio que se ha estado trasmitiendo de generación en generación y que es parte del rito casi religioso de preparar, cebar y consumir en forma individual, en pareja o rueda de familia o amigos, el mate.

La técnica y la atracción del cebar

Sin duda, lo que le imprime más afecto, unión y convocatoria, es que es la única bebida que se ceba y no se sirve. Cebar, es si se quiere un arte y una ofrenda a quien nos acompaña en su consumo. Por otra parte, a diferencia de servir, que es un acto mecánico, el cebar compromete a esmerarse en saber volcar el agua en zona del mate entre yerba y bombilla.

Más individualidad pero no abandono de su consumo

Con la pandemia y el aconsejado distanciamiento social con el aderezo llego el de no compartir el mate. Pero ello, no llevo a un abandono masivo del matear. Muchos que compartían el rito, decidieron seguir en forma individual. Por ello, no se notó una caída importante en el consumo. Si se perdió eso que lo hace tan único. Lógicamente no es lo mismo que compartirlo, pero el mate necesita de un tiempo, que se convierte en nuestro, en propio, y una dedicación que no la tiene ni el café ni el té.

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