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En Salto, el amor por los animales es un valor profundamente arraigado en buena parte de la comunidad. Sin embargo, basta mirar lo que ocurre en el predio donde PRODEA mantiene a centenares de perros rescatados para comprender que la sensibilidad social no siempre se traduce en soluciones concretas. Lo que debería ser un refugio transitorio, un espacio para la recuperación y el bienestar, se ha convertido en un lugar saturado, reducido y, por momentos, casi tortuoso para los animales que allí habitan.

PRODEA —fundada en 1999 y reconocida por su compromiso incansable con la protección de los animales abandonados— es sin duda una de las organizaciones más valiosas con las que cuenta la ciudad. Gracias a su labor, miles de perros han recibido atención, alimento, cuidados veterinarios y una oportunidad de vida que en la calle seguramente no tendrían. No hay dudas de que su esfuerzo merece el más amplio reconocimiento.

Sin embargo, el problema no radica en la entrega de la institución, sino en la precariedad y en la falta de espacio del predio donde hoy se encuentran los animales. Las condiciones locativas están completamente desbordadas. Allí conviven cientos de perros en un área demasiado pequeña, lo que hace imposible garantizarles el espacio vital que toda criatura necesita para desarrollarse con bienestar. No hay mala intención ni negligencia: simplemente, no hay lugar. Y la buena voluntad, por más grande que sea, no puede suplir la ausencia de infraestructura mínima.

Para cualquiera que visite el sitio, la impresión es inevitable. Jaulas súper pobladas, animales sin espacio suficiente para moverse, ladridos constantes, tensión entre perros que compiten por metros cuadrados. Es un hacinamiento que, aunque sea producto del rescate y del espíritu humanitario, termina generando un entorno que se asemeja más a un campo de concentración animal que a un refugio en condiciones. No porque PRODEA así lo desee, sino porque el lugar es absolutamente inadecuado para alojar tal cantidad de animales.

En una sociedad que presume sensibilidad y respeto hacia los animales, estas condiciones resultan inadmisibles. Si como comunidad creemos en el bienestar animal, debemos asumir que esto no puede seguir así. No se trata de criticar a PRODEA, sino de apoyarla de manera real y estructural.

La solución no requiere complejidades imposibles: es imprescindible contar con un predio de al menos 2, 3 o 4 hectáreas, debidamente cercado con alambrado olímpico, con sectores diferenciados para perros sociables, animales en tratamiento, caniles amplios y zonas abiertas para recreación. Es perfectamente viable. Tal vez con mayor voluntad política y compromiso institucional podría atenderse este problema.

¿Acaso la Intendencia de Salto no dispone de un predio apropiado para ceder en comodato a una de las organizaciones que más ha trabajado —de forma voluntaria y sin recursos públicos— por el bienestar de los animales de la ciudad? La comuna dispone de espacios, terrenos fiscales y áreas que hoy no cumplen ningún fin comunitario. ¿Por qué no destinarlos a resolver un problema que afecta a cientos de seres vivos y a una institución que lleva 25 años entregando su esfuerzo al bien común?

La situación actual es insostenible, y seguir ignorándola solo agrava el sufrimiento de los perros y el desgaste de quienes intentan ayudarlos. PRODEA ha hecho todo lo que estuvo a su alcance. Ahora le toca a la sociedad y, especialmente, a las autoridades.

Salto necesita, con urgencia, un refugio digno, amplio y adecuado. Los perros lo necesitan. Y una comunidad que se precia de sensible también. Sólo así podremos decir que somos una ciudad que respeta la vida en todas sus formas.

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