Ayer se conmemoró el Día Mundial del Ambiente y quiero hacer algunas reflexiones en cuanto a nuestra realidad local, en especial a la insistencia de aumentar el área urbana. Ambiente se refiere a las relaciones complejas entre el medio físico y la sociedad que lo habita. Muy asociado a esto hemos incorporado el concepto de sustentabilidad, que tiene que ver con el uso de los recursos con un doble criterio de solidaridad intergeneracional, para disfrute de quienes vengan después de nosotros, pero también intrageneracional, porque esos recursos deben ser utilizados de forma tal que todos tengamos hoy una calidad de vida digna.

En Salto, desde hace un tiempo hay una muy fuerte presión por expandir la superficie de la ciudad. Aunque se fundamenta en que va a generar mano de obra, en realidad está asociada a la especulación inmobiliaria, tema para otra columna.

Se presenta de diferentes formas, ocupando áreas vacías y habilitadas para urbanizar desde mediados de la década de 1990, presionando para urbanizar otras que quedaron como áreas de reserva y por si eso fuera poco aparecen propuestas de cambiar de categoría suelo rural de borde de ciudad.

Hoy aparece una propuesta de urbanizar más de 400 ha con autorización para barrios cerrados sobre la costa del Arroyo San Antonio. Una zona de gran fragilidad ambiental, pocos metros aguas arriba de la toma de agua de OSE. Con el uso agrícola intensivo de la cuenca y el vertedero en muy malas condiciones afectando al arroyo, este planteo no parece razonable.

Cómo dato extra, desde 2013 hay en Termas de Daymán 228 ha habilitadas para barrios privados. Hasta ahora ninguno.

Todo esto se da en un contexto de muy poco crecimiento poblacional y con índices de pobreza que deberían prender todas las alarmas. 18,8% por el método del ingreso y 34% medida en forma multidimensional (educación, condiciones habitacionales, servicios básicos, protección social y empleo), de los salteños están en situación de pobreza. Parecería que los esfuerzos colectivos deberían enfocarse en este gran problema para decenas de miles.

Esta nueva urbanización tiene aspectos que lo hacen insustentable a mediano y largo plazo. Hoy quiero marcar algunos.

Primero, el costo que demanda la inversión y mantenimiento de las infraestructuras y los servicios públicos, desde el ABC (alumbrado, basura y calles), pasando por el funcionamiento del transporte público y el cuidado de plazas y parques hasta los de competencia nacional como educación, salud, seguridad, etc. Esto sin contar con los imprescindibles espacios para la cultura y el deporte.

Agrandar la mancha urbana aumenta los costos y llevan a seguir postergando zonas de la ciudad que a pesar de los muchos años que tienen siguen con una fragilidad muy grande. Miles de salteños a los que acceder a bienes y servicios que existen en la ciudad les es vedado. El derecho a la ciudad aún les queda muy lejos.

Salto tiene un tercio del área ya habilitada para urbanizar sin hacerlo, eso sin contar los baldíos y fincas sin uso que hay, incluso en el centro.

Con la actual situación financiera de la Intendencia, el estado de la ciudad y sin aumento de la cantidad de contribuyentes, no es sensato aumentar innecesariamente el área urbana y por tanto los costos de funcionamiento.

Pero, lo más importante es que con esos indicadores de pobreza, que se hacen muy visibles en las condiciones de hábitat de miles de salteños, desde aquellos que pudieron acceder a un terreno, pero por años tienen la vivienda a medio terminar hasta quienes se vieron obligados a radicarse en los asentamientos o están en situación de calle.

Sin dudas mantener en el tiempo esta condición de exclusión es socialmente insostenible; es ambientalmente es insostenible, de igual forma que generar barrios cerrados para auto excluidos.

Es ética y moralmente cuestionable que se destinen más recursos a sostener privilegios que a generar derechos para, al decir de Artigas “los más infelices”.

La única forma de construir una sociedad sustentable es incluyendo a todos sus habitantes.