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Aunque usted crea que hablaré de quienes no tienen casa y viven de agregados, no será así. Trataré de dar mi visión acerca de las personas que parecen no tener vida propia, y sólo se preocupan de hablar de la vida ajena: viven de prestado. Los hubo siempre: desde la chismosa/o del barrio, hasta los modernos cuenta musas de la televisión, la radio o los diarios que puedan considerarse inventores de historias; pero con la aparición de “las redes”, se expandieron geométricamente, es decir multiplicándose por una constante. El anonimato que producen las redes con sus operadores falsos, y su cobertura para cualquier disparate conceptual, ha multiplicado la capacidad de vivir en mente ajena.

El filósofo y escritor italiano Umberto Eco (fallecido en 2016), dijo alguna vez que “el pobre hombre que quiere hacerse ver, antes debía tomarse unas copas en el bar para después decir barbaridades; hoy no precisa salir de casa: escribe en las redes, nadie sabe quién es y difunde sus groserías”. Creo que es la mejor definición que se ha hecho de los cuenteros de las redes. Por ellas dicen cualquier cosa, no deben comprobar su veracidad, y no se hacen responsables de dañar personas, familias o colectividades.

Vivir de prestado, en la comunicación, no es un derecho; no creo que nadie lo considere tal. Genera gravísimos problemas cuando la difusión no nace de la verdad, y puede dañar en grande.

Cada vez que hay acontecimientos de corte explosivo, aparecen los “vividores de prestado” difundiendo especies que lamentablemente pocos confirman antes de continuar su dispersión. Así se tejen tramas que pueden ser tremendas, negativas y contrarias a la sana convivencia.
¿Qué buscan los vividores de prestado? Puede haber varias respuestas: ser el primero en contarlo (como buen chismoso), hacer daño a alguien odiado, afirmar una posición política contraria…o hablar como si se hubiera tomado unas copas. Ninguna de las respuestas tiene validez global, pero todas aportan algo a una sin razón vergonzosa. No es de buena gente enchastrar a otro, menos si no hay certezas de daños causados y peor si se hace para sólo destruir.

Lamentablemente cada vez hay más vividores de prestado, que con falacias o inexactitudes albergan en mentes ajenas. Posiblemente lo más grave es cuando ese “asentamiento intelectual” se produce buscando sacar ventajas políticas, por ejemplo.

Alguien, a punto de ser sorprendido en su buena fe, decía que no hay cómo frenar este derrame de maldad. Posiblemente tenga razón en lo institucional. ¿Cómo frenar colectivamente el desparramo de inexactitudes? El estado chino, muy especial en sus procedimientos y de mentalidad y estructuras de corte coercitivo, ha impuesto la obligación de tener títulos o estudios específicos para opinar en redes sobre temas científicos o técnicos. Pero América del Sur no es Asia y Uruguay no es China. Dependemos de las voluntades individuales para frenar la expansión de los vividores. Sólo el juicio crítico de las personas, su capacidad de discernimiento y su voluntad responsable, pueden ser dique para esa inundación. Eso requiere pensar, informarse, comprometerse y no ser repetidores de falacias.

No aceptemos vividores mentales de prestado.

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