Yo tenia 10 años cuando ocurrió el golpe de estado. En el febrero amargo de 1973 estaba en Montevideo con la abuela Virginia, me mandó para Salto por mayor seguridad pero me acuerdo de todas la circunstancias y acontecimientos de la época. Luego el 27 junio, cuatro meses después, estaba en casa cuando los militares tomaron el Parlamento y consumaron la dictadura militar. Al día siguiente cumplí mis 14 años.

Después sobrevinieron siete años de ostracismo, hasta la novel campaña del Plebiscito Constitucional de 1980, hacia un par de años que ya militaba en la clandestinidad en las juventudes coloradas afines a la lista 15 y a Jorge Batlle. Trabaje en Montevideo, recorridas, visitas, entrega de volantes en las calles, en los ómnibus con mucha audacia y en medio del peligro. Había mucha gente que nos increpaba nuestra militancia, votantes del Si, que hubo muchos, que nos criticaban abiertamente. Yo ni siquiera tenía edad para votar, solo 17 años, no tenía la credencial. Festejé la contundente victoria del NO en casa de la abuela, en el balcón del 7° piso de un edificio que quedaba en calle Mercedes bien enfrente de la Sede del Ministerio del Interior dispuesta por el gobierno de facto para monitorear e informar de los resultados, al lado de Radio Carve. Radio encendida y observando el movimiento y bullicio desde arriba, nada que ver con la gente y los festejos de cada elección, plebiscito y referéndum ganados en el futuro, apenas una intima felicidad en silencio.

Después vinieron las elecciones internas de los partidos políticos en 1982. Esa fue mi primera elección. Un verdadero ejercicio democrático. Para esa instancia viajé especialmente a Salto para trabajar en la campaña en favor de las fuerzas republicanas y democráticas, es decir la gente del NO en las internas partidarias: yo estaba con Jorge a nivel nacional y con el Tato en el departamento, en aquella época fuimos la JAE los colorados y JAD los blancos. Ganamos bien la contienda, aunque no fue contundente, me acuerdo que Jorge Pacheco Areco y la Unión Colorada y Batllista nos dio un susto bárbaro, no votaron tan mal, no fue un arrase electoral como lo pretendíamos.

Siguieron las elecciones nacionales de noviembre de 1984. Había votado en las internas dos años antes y esta era la segunda vez que sufragaba pero eran elecciones nacionales, para elegir al presidente de la República, a los legisladores y miembros de la Corte Electoral. Era como empezar a jugar el partido en serio, en cancha grande y en la divisional de privilegio. Desde luego que el proceso democrático se pudo instaurar gracias a la victoria del NO en 1980 sino hubiera sido imposible y también a las elecciones internas anteriores que consolidaron la vocación democrática de los uruguayos.

Mi vida misma va de la mano del proceso democrático iniciado en 1980 hasta nuestros días. Crecí con él y viví las vicisitudes del camino. La Democracia es un proceso permanente de creación y recreación. Los uruguayos reconquistamos la democracia perdida y comenzamos su restauración con esfuerzo, no ha sido fácil el recorrido, pasaron muchas cosas, pero el derrotero democrático y republicano jamás fue desviado, no hubo intentonas militares ni atajos institucionales ni fantasías marxistas o fascistas; pasamos todas las pruebas: la amnistía de los presos políticos, la ley de caducidad de la pretensión punitiva del Estado, la victoria de la izquierda por primera vez en la historia y particularmente la de José Mujica, otrora guerrillero contra las instituciones luego devenido en presidente legítimo por las urnas ciudadanas, la crisis económica del 2002 que casi desbarranca al país; y no pasó nada destituyente, los gobiernos sucesivos terminaron sus gestiones y entregaron el poder en tiempo y forma, todos participaron en elecciones libres y limpias, ganaros todos los partidos políticos el poder, un ejemplo en la región y el mundo.

Yo me siento orgulloso de haber sido parte del proceso democrático uruguayo, de haber contribuido a su permanencia y desarrollo.