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El Dr. Carlos Texeira continúa contándonos sus vivencias. Los cursos universitarios continuaron en una casa cedida por la intendencia en calle Brasil 1265, que había sido la residencia del ex Presidente de la Caja Popular. Como no tenía mobiliario, hablamos con Chito Iribarne, que era el director del liceo, pidiéndole que nos prestara unos bancos. Al principio se mostró reacio, pero finalmente accedió. Al año se los devolvimos. Estaba sorprendido pues los bancos estaban impecables, a tal punto que nos regaló todos los que estaban en el salón de química. Entonces conseguimos que Macció, el de la barraca americana, los reparara y fueron los bancos que durante añares se usaron en los cursos universitarios.

La FEUU estaba en contra de los cursos en Salto. Entendía que acá iba a haber una cosa inferior, de poca categoría que afectaría el prestigio de la Universidad, etc. etc. La federación de estudiantes del interior tampoco apoyaba los cursos. Aun así nos invitaron a un congreso que se realizó en Tacuarembó. Fue cuando Macció nos prestó un camión y en él fuimos toda la barra de los cursos. En esa oportunidad logramos el apoyo de todas las delegaciones de las ciudades del interior. Ese día le pasamos por arriba a la dirigencia de la FEUU. En los diarios de la época deben estar las fotos de todos nosotros en el camión.

Estudiar en otro lado hace bien...

Luego fuimos a estudiar a Montevideo. Primero a una casa de familia y después, con mi hermano alquilamos un pequeño apartamento por Garibaldi y General Flores. Llevamos la vida propia de los estudiantes del interior. Comíamos en los comedores estudiantiles. A veces había que hacer cola. Los viernes entregaban los tickets para toda la semana, entonces, los jueves de noche se formaban largas filas. No faltó uno que vivía en una pensión cercana y se instaló con cama y todo. Cosas de la época de estudiantes. Aprendimos a tener una vida independiente al abandonar Salto. Fue importante y nos hizo mucho bien. Ayudó a formar nuestro carácter. Le he dicho a jóvenes que estudian en la regional que sería bueno que durante un tiempo, hagan algún año en otro lado. Incluso, ir a otro país. Hacer un post grado, un Master o un curso en cualquier universidad extranjera, eso ayuda mucho.

Computación e inglés...

Hoy día, una persona que estudia tiene que saber dos cosas esenciales: computación e inglés. Nuestra universidad en ese sentido está bastante atrasada ya que muchos de los que se reciben no saben hablar en otro idioma. En la mayoría de las universidades se exige saber una lengua extranjera. Yo entré a Facultad sin saber estudiar, que es algo que se debería enseñar en el liceo. Asimismo, es importante aprender a hablar, a expresarse y a escribir.

De saco y corbata

Estando en Montevideo, trabajé de auxiliar en un escritorio jurídico y frecuentaba los juzgados diariamente. Allá todos andaban de saco y corbata. Pero en Salto, el único que vestía de esa forma era yo… y el Dr. Otero.

En ese tiempo no había defensoría de oficio rentada por lo que se le adjudicaba cada mes a un abogado diferente para que atendiera gratuitamente a las personas de escasos recursos. Yo le debo muchas cosas a la profesión de abogado. Ella me ha dado la libertad de elegir los casos y los clientes. Es una gran satisfacción resolverle el problema a una persona, sobre todo cuando está en juego su honor. Es gratificante.

Yo admiraba al Dr. Gabito Bentos Pereira. Aunque se decía que él se demoraba mucho con los trámites de los asuntos en sus manos. En realidad, le salvó la vida a mucha gente que se encontraba en una situación límite, a la que le dio esperanzas de resolver sus problemas. El Dr. Landi tenía la virtud de ser un tipo frío. Yo tenía otro temperamento, tal vez por la formación que me dieron mis padres para que fuera una persona responsable. Me tomaba las cosas muy a pecho y cada asunto complicado me desgastaba.

Un árbitro de fútbol

Tuve dos casos resueltos por un árbitro en vez de un juez. En cierta oportunidad, designamos al Sr. Panizza para que se pronunciara en un caso particular. Panizza era un hombre extremadamente responsable. Como le tenía plena confianza, en una confidencia le dije que aceptaríamos lo que él decidiera. Él se lo tomó con muchísima seriedad. Llegado el momento me indicó que redactara el fallo del asunto en discusión. Para un abogado, es muy importante mirar las cosas con realidad, con objetividad. No dejarse llevar por la pasión del cliente.

(Aclaración: El obispado y la catedral fueron obra de Monseñor Alfredo Viola y no del Arquitecto Barbieri.)

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