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“Desde que me fui de Durazno a vivir a Montevideo, estudié historia nacional y americana en la Facultad de Humanidades y Ciencias, porque siempre me gustó investigar”, nos dice Daniel Cortazzo. Recuerdo que un profesor me dijo “¿Vas a estudiar profesorado? Te vas a morir de hambre”. A pesar de haber dejado la Facultad, nunca perdí el interés por la investigación.

A mediados de los 80 comencé a trabajar en la Dirección Nacional de Arquitectura como supervisor general. En esa repartición le dedicábamos mucho tiempo a las cuestiones patrimoniales y allí fui descubriendo algo que me apasionó como lo es la arqueología histórica, porque en muchísimos lugares donde nos tocó trabajar no había ningún tipo de recaudos y teníamos que descubrir las motivaciones por las cuales se construyeron determinados edificios. Me fui interesando en ese tema y luego, supe que mi abuela materna era descendiente indígena. Ella me decía que vinieron de Corrientes y se habían cambiado el apellido, lo que no entendía muy bien cuando era chico. Pero como siempre fui un buen lector, como dice Daniel Vidart, “era un paisano con lectura”, y yo tomé para mí esa frase.

Guaraníes-misioneros junto  los ejércitos orientales

Resulta que escuchamos a diario acerca de los charrúas, pero los ejércitos orientales que lucharon por nuestra independencia, en realidad estaban constituidos mayormente por indígenas guaraníes-misioneros, aunque también habían de otras etnias, tales como minuanos, algún bohán, algún yaro.

Profundicé los estudios sobre la materia y me fui formando en una idea distinta. Me interesé en los libros de Esteban Campal; Rodolfo González Risotto y su señora, Susana Rodríguez Varese, y de Carlos González de Lima, que son los que han escrito sobre el tema misionero.

Origen jesuítico-guaraní de Rivera-Livramento

Después de jubilarme, tras estudiar profundamente el tema, y a sugerencia de mi señora, que es maestra, durante la pandemia me puse a escribir sobre el origen jesuítico-guaraní de los primeros pobladores de Rivera-Livramento, porque a unos pocos kilómetros están los vestigios de lo que fue la estancia de Santa Ana, de la de Yapeyú, donde pueden visualizarse el tajamar, el puente y taperas.

Acá (en Rivera) existe el concepto que las construcciones las hicieron los estancieros brasileños que vinieron después de la guerra grande con muchos esclavos africanos.

El castillo Morató

Allá por el 2020, me llamó la familia Morató y me hablaron del famoso castillo, y me dijeron que pensaban que estaban sobre un anterior asentamiento jesuítico-guaraní. Consultamos a Padrón Favre, que ha escrito sobre el tema, aunque no se ha dedicado a investigar, quien sugirió contactar al Dr. Norberto Lérito, quien ha escrito sobre la estancia de Yapeyú, el que sugirió que se entrevistaran conmigo. Lo que me sorprendió.

Me puse manos a la obra e investigué en el castillo Morató. La estancia de San Juan Bautista, iba desde el Ibicuí hasta el Queguay, pero en realidad, llegaba hasta el Río Negro. El padre Mascaró, cuando entrega los inventarios en 1768 a las autoridades españolas, así lo documenta. También hay un mapa o una libreta de apuntes de un sacerdote de San Borja llamado Marimont, donde describe el recorrido que hacen ellos en los momentos previos de la guerra guaranítica, cuando se eligieron cuales serían los pueblos que quedarían bajo la corona portuguesa.

Libro de bautismos del pueblo de Yapeyú

También es de mencionar que en Tacuarembó, en la Iglesia San Fructuoso, está el libro de bautismos del pueblo de Yapeyú que va de 1816 a 1823. Y en ese libro, milagrosamente, hay una hoja escrita en guaraní que habla de memorias para las futuras generaciones de indios de Yapeyú y hay un relato que comienza en 1692 y termina en 1707. La hoja se tradujo en 1832 cuando el General Laguna estaba en Santa Rosa de la Bella Unión, frente a escribano público. No hay que olvidarse que los indios de las Misiones hablaban y escribían en guaraní y en castellano. El archivo de Laguna se encuentra en la Biblioteca nacional, de donde surge que en 1702 hubo unos arreglos de vacunos para distintos lugares, uno de los cuales era para la estancia San Juan Bautista.

Cuando se funda Yapeyú el 4 de enero de 1627, la mitad de sus pobladores eran guaraníes, y la otra mitad eran guenoas o minuanes. Incluso en 1734, el padre Bernardo Nusdorffer, en una carta menciona que el pueblo de Yapeyú tenían tantos guaraníes como guenoas o minuanes, bohanes y algunos yaros o charrúas.

Conocían el caballo antes de los jesuitas

Hago mención a esta presencia, porque esos indígenas conocían el caballo antes de la llegada de los jesuitas, ya que habían quedado caballos llegados en 1577. A tal punto que en un momento determinado, los indios roban algo en el Santa Lucía y entonces mandan un piquete de soldados que recién a los seis días logran agarrarlos en el Salto. Queda claro que ningún indio puede llegar corriendo desde el sur hasta Salto en seis días. No nombran los caballos por lo obvio, pero andaban a caballo.

Y el ganado también se lo debemos a los jesuitas, porque las introducciones de Hernandarias no dieron resultado. (Continuará)

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