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Ayer se cumplieron tres años de un golpe muy duro para todos los que trabajamos en este diario. Porque aún tenemos abierta la herida por la sorpresiva e inesperada muerte de Daniel Alvez. Un hijo real de corazón del diario. Porque entró a trabajar siendo un adolescente para realizar un reparto y terminó siendo diagramador en computadora, diseñador de avisos, un experto en manejar la Heidelberg Kora, en que se hacen suple a todo color. Porque siempre demostró tener espíritu de superación y se prendía a todo lo nuevo en tecnología. Gracias a su inteligencia, captaba rápidamente todo lo que aprendía, primero “de ojo “ y después por la capacitación que exigía. Era uno de los que más impulsaba y sumaba a desarrollar el diario. Pero, en su cuerpo se escondía una enfermedad, que lo llevó con solo 44 años. En la flor de la vida. Un final ayudado, lamentablemente por un diagnóstico incorrecto, desnudando, una vez más, las fallas que nuestro sistema de salud tiene. Pero, nada ni nadie nos lo devolverá a Daniel. 

Su ausencia aún se siente y en fechas como estas, duele, porque lo más importante que supo sembrar Daniel, fue amistad, afecto sincero. Extrañamos su humor, siempre presente. Pero la vida, da revancha, y hoy, en su lugar esta un chico, que muchos por su forma de ser, por su disposición, humor, en la interna, todos coincidimos es un enviado de Daniel. Y ese es un gran consuelo. Pero no podíamos dejar de recordarlo y asumir que su ausencia, aún nos duele, porque falta la sonrisa cómplice, la chanza que el sabia cada día alentar, brindar y aportar así, al buen clima, al compañerismo, que se vive y respira en La Prensa.-

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