La Prensa Hacemos periodismo desde 1888

Montevideo

En esa parroquia también integraba un grupo de oración e íbamos de campamento con los gurises del Consejo del Niño. Tenía una actividad muy intensa de compromiso en aquella parroquia hasta que un día una chiquilina- Rosario Formoso- me dijo ¿Hasta cuándo o hasta dónde te vas a meter? Y yo le respondí: Hasta que sea sacerdote. No sé de dónde me salió, si de adentro o de las entrañas o del corazón. Y cuando se lo dije, hasta yo mismo me asusté.

A partir de ese momento comenzó otra etapa de discernimiento donde me acompañaron el padre José María Acuña- que fue párroco acá- el padre Enrique Bisio, Monseñor Nicolini, con el que viajé varias veces a Montevideo en un viejo Chevette que él tenía, quien siempre tuvo para conmigo un gran respeto. Nunca me preguntó si iba a ser del Clero.

Todo eso ocurrió entre los 23 y los 25 años. Era lo que Dios quería para mí y así comencé la formación que ocupó diez años de mi vida ya que me ordené a los 35 años. Ya llevo 27 años de sacerdote. El otro día le decía a un Cura en un retiro que ahora me siento más feliz que antes, en los primeros años de sacerdote, y estando en Salto hay un plus que ayuda.

El seminario

Llegó la hora de entrar al Seminario. En ese proceso, lo que ocurre es que la vocación se va afianzando a medida que aparecen las experiencias de formación- porque hay una formación sobre los evangelios, la vida de Don Bosco, etc. Y aparece también la dimensión más fuerte y celebrativa dentro de lo que significa oir la misa todos los días en el Seminario. Y después, el trabajo apostólico que aparece periódicamente. Todo eso va afianzando el llamado. Esa es la experiencia que yo viví.

Personas que Dios puso en mi camino

Nunca tuve dudas sobre el llamado, más allá de los problemas que pude tener. Especial mención merecen las personas que Dios puso en mi camino para mi formación. Mi padre lo señalaba, diciendo cuán valiosas habían sido las personas que me había ayudado en el proceso de profundización del llamado y en la toma de decisiones.

Votos temporales y votos para siempre

Primero hay votos temporales y luego unos votos que se hacen para siempre. Mi padre me decía que tuve la gracia que Dios puso las personas justas en el camino de la formación, porque eso también es importante. Menciono al Padre Piazzo, por nombrar a un sacerdote que me hizo muchísimo bien, acompañándome espiritualmente, al igual que Monseñor Nicolini o el padre Enrique Bisio. También destaco a todos los compañeros de seminario con quien compartimos la vida de comunidad y el apostolado. Todo eso fue reafirmando el llamado de consagración que había sentido a los 16 años y que se confirmó a los 23. Hoy tengo 27 años de sacerdote y siento que todo eso se fue solidificando con el tiempo.

La renuncia a tener hijos me advirtió mi madre

¿Si tuve que renunciar a cosas propias de la vida de muchacho? Veamos. Mi madre era una persona muy directa y no andaba con vueltas, y eso me ayudó mucho cuando niño y adolescente. Cuando le cuento mis planes, ella me dijo “mira que no vas a tener hijos”. Alguien podría pensar ¿Cómo tu madre no te dijo otra cosa? ¿No te preguntó si estabas seguro de lo que ibas a hacer? Sin embargo, las palabras de mi madre me hicieron mucho bien, porque contribuyeron a que pusiera los pies en la tierra. Para nosotros, tener un hijo, está unido a una familia, pero no lo viví con amargura, porque era tan grande lo que yo sentía, del llamado, de consagrarme a Jesús, que no podía creer lo que me estaba pasando. Yo pasé dos años en Seminario tratando de ver si era lo mío, lo que me marcó enormemente, porque cuando se confirmó, para mí, fue para siempre.

Río de Janeiro

Yo tendría 23 o 25 años y fue tan grande lo que yo viví cuando sentí el llamado que- aunque resulte difícil de creer- podría resumirlo contando una anécdota cuando me había ido de viaje a Río de Janeiro. Fue cuando estaba en una etapa de discernimiento y pensé que podía escaparme de mis pensamientos estando allá. Y una vez allí, sentí que el Cerro Corcovado se me venía encima, y que me decían “No te vas a escapar Daniel. Dónde vayas, vas a tener que decidirte”.

Empece a pelechar, fue un signo

Debido al fuerte sol de Río, yo empecé a pelechar y para mí, el cambio de piel, lo interpreté como el cambio que yo estaba sintiendo. Así me afectó y así lo viví desde el punto de vista espiritual. Era el cambio que yo sentía en mi vida al seguir a Jesucristo toda la vida. Es cierto que renunciaba a ser padre y formar una familia, pero era tan grande lo que yo sentía y estoy siguiendo ahora, que el otro día le decía a un Cura que yo era más feliz que antes. Me siento más feliz y más pleno ahora que en la etapa del Seminario o en los primeros años como sacerdote. (Continuará)

Comentarios potenciados por CComment

Ranking

Titulares Diarios

Recibirás en tu correo electrónico las noticias más destacadas de cada día.

Podría Interesarte