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Vladimir Roslik era un médico descendiente de rusos. Vivía en San Javier (Departamento de Rio Negro) y tenía un hijo de pocos meses.
Cuatro años antes de su asesinato, Vladimir había sido detenido por las Fuerzas Armadas con otras personas y sufrió apremios mientras estuvo privado de su libertad. En 1980, el pueblo uruguayo- fiel a sus más caras tradiciones democráticas- hirió de muerte a la dictadura rechazando por amplísima mayoría el proyecto constitucional propuesto por los militares. Dos años después, le dio la espalda a los sectores de los partidos políticos habilitados que eran cercanos al régimen, dándole amplias mayorías a los opositores.

En 1983, el impresionante acto del Obelisco ideado por el Dr. Jorge Batlle fue el tercer pronunciamiento inapelable del pueblo uruguayo. La dictadura debía terminar.

En 1984 los políticos que habían recibido el respaldo popular mantenían contactos informales con la mayoría de los generales buscando un entendimiento que permitiera destrabar la difícil situación a la que se había llegado tratando de encontrar finalmente una salida a la dictadura.

Según ha divulgado la página electrónica “Sitios de Memoria” la madrugada del 15 de abril de 1984 fue secuestrado de su casa en un operativo contra varios miembros de esa comunidad, esa madrugada él y otras seis personas fueron trasladadas y torturadas en el Batallón de Infantería N° 9 de Fray Bentos.

Vladimir muere el 16 de abril a consecuencias de las torturas recibidas, fue el último asesinado de la dictadura.

El médico militar Eduardo Saiz firmó la autopsia y atribuyó la muerte "a causas naturales", la Federación Médica del Interior y el Sindicato Médico expulsarían a Saiz de sus filas.

El país se encontraba en pleno proceso de convocatoria a elecciones tuteladas en el camino a recobrar su institucionalidad democrática. El impacto de la noticia obligó a que la Justicia Militar interviniera y condenara al responsable del operativo, mayor Sergio Caubarrere por abuso de autoridad y homicidio culpable, el represor cumplió prisión por ese crimen cuatro meses y 18 días.”

Años atrás dijimos sobre este doloroso tema que “Vladimir Roslik fue tan salvajemente torturado que sus costillas fueron rotas por los culatazos, su hígado desprendido por los tremendos golpes y sus pulmones estaban llenos de un “líquido extraño”.

Pocas horas después de haberlo asesinado con tanta cobardía como con crueldad, los militares entregaron su cuerpo a la viuda, diciéndole que había sufrido un infarto, según una mentirosa e infame autopsia.

Con enorme valentía y dignidad, el semanario JAQUE, dirigido por Manuel Flores Silva denunció la muerte de Roslik debido a las torturas tras haberse realizado una nueva autopsia en presencia de médicos que no se amilanaron ante los militares.

Fue la última muerte por torturas y también la estocada final a un régimen que agonizaba.

Analizados los hechos por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ésta concluyó que la “muerte de Vladimir Roslik no se debió a causas naturales ni a un accidente durante un episodio de tortura…”

“La certeza de que la muerte obedeció a la tortura proviene de las conclusiones a las que arribaron los cinco médicos que practicaron la autopsia: los doctores Mojoli, Montauban, Burgel, Zuast y Laluz. Los facultativos coincidieron en que el cadáver del señor Vladimir Roslik presentaba inequívocas señales de haber sido sometido a diversas formas de violencia de severísima magnitud.”

A 40 años de estos tristes episodios celebramos vivir en democracia en un país donde se respetan los derechos humanos y resulta inconcebible que vuelvan a ocurrir hechos como el que recordamos.

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