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Martín Ponce de León es una de las personas más conocidas de nuestro Salto. Hablamos con él sobre su vida. Este fue su relato: Mis primeros 6 años los viví en Bella Unión, en la azucarera Artigas más concretamente, donde residían mis padres. Crecí en el medio del campo, aunque casi no tengo recuerdos de mi primera infancia. Luego nos vinimos a Salto, donde viví hasta los 16 años junto a mi familia. Éramos 11. Cuando mi hermana más chica tenía 7 años, yo ya estaba estudiando para Cura.

Recuerdo haber empezado la escuela en la Inmaculada Concepción junto a Fernando Urroz. Tras hacer el ciclo infantil, pasé al Sagrada Familia donde cursé hasta segundo año. Posteriormente empecé a estudiar en el salesiano, donde sigo hasta el día de hoy. Conocí a los que fueron mis compañeros hasta el liceo y a los que me marcaron la vida, y que me llevaron a ser lo que hoy soy, como el Padre Giménez, que fue nuestro Director desde segundo de la escuela hasta tercero de liceo.

Supe que tenía que ser cura y salesiano...

Giménez tenía una personalidad verdaderamente avasallante, pero al mismo tiempo, atrapante, que me llevó a mí- que era un gurí- a querer ser como él. Y siguiendo sus pasos, entendí que para ser como él, tenía que ser Cura; tenía que ser salesiano, y ahí comencé a sentir mi vocación.

En sexto de escuela les dije a mis padres...

Yo estaba en sexto de la escuela cuando le plantée a mis padres que quería ser Cura. Me dijeron que no, y que hasta que no terminara el liceo tendría tiempo para pensarlo. En tercero de liceo volví a plantearles que no quería estudiar más y que prefería ir a la UTU a hacer carpintería. Pero ellos nuevamente me dijeron que hasta que no terminara el liceo no me permitirían hacer otra cosa, y que luego podría decidir qué camino tomar. En esos años me gustó el teatro, la radio, escribir y leer. Como era medio chambón para el futbol, jugaba de defensa.

El colegio

El colegio era nuestra segunda casa, porque pasábamos más tiempo allí que en nuestro hogar. Cuando comenzó a funcionar el liceo. De mañana temprano ya andábamos por acá y veníamos de tarde al club estudiantil hasta que las velas ardieran. La entrada era por Florencio Sánchez, donde estaba la dirección y lo que nosotros llamábamos la cantina, donde vendían hojas, lápices y algunas otras cosas. Era más una santería que una cantina. Contra la pared que da al Ateneo estaban los salones de clase frente al patio. En las tardes de verano, recuerdo los toldos que los curas extendían en verano. Teníamos largas cañas que usábamos para sacar la pelota cuando quedaba atrapada en ellos. El futbol era prácticamente la principal actividad deportiva. Los salones eran muy modestos y antiguos. A los fondos del colegio había una escalera (que todavía está) por la que se llegaba a la pieza del padre director.

Los maestros

Recuerdo a personajes ilustres de aquel tiempo, como los maestros Savio, Elola, Ansina, Guarino, muy vinculados a los salesianos. En mis tiempos, ya no estaba más Aniseto Bisio, que había sido uno de los maestros por mucho tiempo. Teníamos un lugar para nuestras reuniones, donde hoy está el Club Estudiantil, allí, el padre Merlino nos leía en verano los distintos capítulos del cuento de Pinocho.

Eel espíritu de Don Bosco, de María Auxiliadora y de Domingo Savio

Todo era muy artesanal, en manos de los salesianos y gente allegada a la obra, y por lo tanto, el espíritu de Don Bosco, de María Auxiliadora y de Domingo Savio estaba presente, al igual que San Luis Gonzaga, que aunque no era salesiano, era el patrono de la juventud y en aquel tiempo celebrábamos la mayor fiesta que teníamos en su nombre. Asistíamos a misa y a la salida nos daban unos bollos y un vaso de chocolate. Después teníamos juegos todo el día en los que íbamos juntando puntos para poder “comprar” cosas al final de la jornada a manera de premios.

Espíritu de familia

Todo era muy simple, muy sencillo, pero en un espíritu de familia realmente importante que disfrutábamos a pleno los jueves, cuando salíamos de paseo a lo de García Frosio o al parque José Luis. Nosotros íbamos felices en el camión de Zanota. Cuando terminaban las clases, la mayoría salía para Paso del Bote o Cien Manzanas. Después todo cambió. Era un tiempo muy fraterno.

El nuevo edificio

Cuando estábamos en sexto de la escuela nos enteramos que al año siguiente no sólo empezaba el liceo, sino también la demolición que permitiría iniciar la construcción de la obra del nuevo edificio.

(Continuará)

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