
"Camino a Orlando" /
El sueño colectivo que une danza, esfuerzo y esperanza
En el corazón de un barrio salteño, entre ventas de tortas fritas, rifas y tardes de ensayo, se gesta una historia de pasión y esfuerzo. Un grupo de 18 niños y adolescentes, acompañados por sus familias y guiados por su amor a la danza, se prepara para representar a Uruguay en el Mundial de Danzas que se celebrará este noviembre en Estados Unidos. La travesía, impulsada por un grupo de madres bajo el nombre “Camino Orlando”, es mucho más que un viaje: es la materialización de un sueño compartido.
Un sueño que nació en una academia
Todo comenzó en la academia de danza Raks Talent, ubicada en Reyles 60. Allí, niñas y niños de entre 6 y 18 años —algunos ya jóvenes adultos— practican ballet, danza árabe y otras disciplinas con disciplina y entusiasmo. El anuncio del Mundial de Danzas en EE.UU. encendió una chispa entre los alumnos, y las familias rápidamente se pusieron en marcha.
“Fue un sueño que surgió de ellos”, cuenta Carmela Parra, una de las mamás líderes del proyecto. “Queremos apoyar su pasión, que se convierta en su profesión el día de mañana. Este viaje no es un lujo, es una oportunidad de crecimiento”.
Junto a Claudia Varela, Karen y Agustina, madres de otros participantes, Carmela conformó el grupo de acción que dio nombre a esta iniciativa: “Camino Orlando”. Unidos por un objetivo común, estas mujeres han trabajado incansablemente para recaudar los fondos necesarios para cubrir los gastos del viaje.
Mucho más que bailar
Los 18 bailarines provienen de distintas edades y contextos. El más pequeño, Zoe, tiene apenas seis años. Nicolás, otro integrante del grupo, tiene nueve. También hay adolescentes y jóvenes adultos, todos con el mismo compromiso. “Vienen trabajando muchísimo de lunes a viernes. Algunos ensayan hasta las nueve y media de la noche. Es admirable”, destaca Carmela.
La preparación incluye no solo lo técnico y artístico, sino también hábitos de responsabilidad y constancia. “Mi hija, que tiene 12 años, sola se prepara, organiza su mochila, su merienda, todo”, dice Carmela con orgullo. “Es un esfuerzo de ellos, no solo de los padres”.
La logística: entre visas, vestuarios y esperanzas
El viaje está planeado para el 26 de noviembre, con una duración de 12 días. Sin embargo, llegar allí no es sencillo. Las familias deben pasar por una etapa de clasificación en septiembre en el Hotel Radisson de Montevideo. Esta etapa, las inscripciones, los viajes, el hospedaje y los vestuarios generan costos considerables.
El precio total por niño y acompañante ronda los 6.000 dólares, una suma significativa para cualquier familia. Y no es solo el pasaje: hay que sumar trajes, visados, estadía y otros gastos imprevistos. “Estamos a mitad de camino”, reconoce Carmela. “Pero no perdemos la fe. Nada es imposible”.
Ingenio y trabajo en comunidad
Para financiar el proyecto, las madres han desplegado toda su creatividad. Desde ventas de pizzas, pastafrolas y canelones, hasta rifas y un gran bingo solidario, en el que participaron decenas de personas a pesar de una fuerte tormenta. “Nadie se fue ese día. Nos emocionó ver cómo la gente se quedó a colaborar”, recuerda Carmela.
Cada acción suma. Este fin de semana, por ejemplo, planean vender tortas fritas en la zona de la academia, aprovechando el movimiento de la escuela cercana.
A esto se suma el uso de la aplicación Dona Fácil, una plataforma digital que permite a la gente colaborar económicamente sin necesidad de contacto presencial. A través de esta herramienta, las familias también venden números para una rifa de dos autos 0km: un Fiat Mobi y un Fiat Toro. Cada número también participa en sorteos mensuales de motos y celulares.
“Lo lindo es que quien colabora también tiene la oportunidad de ganar algo”, explica Carmela. “Y hace poco recibimos una donación anónima. No sabemos quién fue, pero fue emocionante ver cómo alguien confió en nosotros”.
Organización, compañerismo y ejemplo
Aunque hay varios grupos de padres trabajando, el de Camino Orlando destaca por su unión. “Lo que no hace una, lo hace la otra”, dice Claudia Varela. Las cuatro madres se conocen bien, se apoyan y comparten no solo tareas logísticas sino también la emoción y la presión de llegar a tiempo con todos los preparativos.
“Es un trabajo de todos los días”, agrega Carmela. “No te olvides de las zapatillas, el peinado, la merienda… Todo tiene que estar listo. Y además, ¡que no falten a la escuela!” Ese equilibrio entre responsabilidades académicas y artísticas es un aprendizaje en sí mismo. “No es solo danza. Es compromiso, organización, compañerismo”, afirma.
Representar a Uruguay en el mundo
El Mundial de Danza no solo es una competencia artística. Es una vitrina internacional en la que los niños tendrán la posibilidad de representar a su país con orgullo. La idea de ver la bandera uruguaya en un escenario en Estados Unidos emociona a estas madres tanto como a los chicos. “Queremos que lleven nuestra bandera, que representen lo mejor de nosotros. Que vivan una experiencia que les cambie la vida”, dice Carmela. El esfuerzo vale la pena. Cada paso en este camino, cada rifa vendida, cada torta frita cocinada, cada ensayo a contrarreloj, es una parte esencial del viaje.
Una invitación abierta a soñar
Al finalizar la entrevista, Carmela agradece a cada persona que ha colaborado desde el inicio. “Tenemos una lista infinita de gente que nos ha dado una mano. Cada compra, cada donación, significa mucho para nosotras”. Al finalizar con una sonrisa: “Vamos a volver con los trofeos. Estoy segura”.
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