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A comienzos del siglo XX, cuando América del Sur todavía ajustaba sus límites territoriales, un nombre se volvió sinónimo de diplomacia, inteligencia y equilibrio: el Barón de Río Branco. Nacido como José Maria da Silva Paranhos Júnior en Río de Janeiro en 1845, fue el artífice de la política exterior brasileña moderna y un protagonista decisivo en la definición de las fronteras del Uruguay con el Brasil. Su actuación diplomática marcó una época y dejó huellas que aún perduran a ambos lados del río Yaguarón.

El Barón de Río Branco heredó de su padre —también diplomático y ministro del Imperio— la vocación por los asuntos internacionales. Estudioso del derecho, conocedor de la historia y hábil negociador, supo imponer un estilo sereno y racional en tiempos en que los límites entre los países del Cono Sur aún eran motivo de conflictos o disputas larvadas.

En el caso de Uruguay su intervención resultó determinante.

Desde mediados del siglo XIX, la frontera entre ambos países era motivo de controversias. Los tratados de 1851 y 1852 habían dejado zonas ambiguas, sobre todo en torno al arroyo San Miguel, la Laguna Merín y el río Yaguarón. Río Branco, nombrado ministro de Relaciones Exteriores de Brasil en 1902, asumió la tarea de consolidar los límites con todos los países vecinos, pero tuvo con Uruguay una relación particularmente cordial. Las negociaciones entre ambos gobiernos culminaron en 1909 con la firma del Tratado de Límites entre Uruguay y Brasil, documento que fijó con precisión la frontera actual. Gracias a esa labor, se resolvieron cuestiones que durante décadas habían generado tensiones locales. El tratado fue un ejemplo de diplomacia pacífica y mutuo respeto, donde se priorizó el estudio técnico y el consenso antes que la imposición.

Estabilidad de la frontera

Río Branco entendió que la estabilidad en el Río de la Plata era tan importante para Brasil como para Uruguay. Por eso actuó con equilibrio, evitando la arrogancia que muchas veces acompañaba a las potencias regionales de la época. Su figura fue vista en Montevideo con respeto y simpatía: un diplomático brasileño que, lejos de imponer condiciones, buscó soluciones justas y duraderas.

Localidad de Cerro Largo bautizada como Rio Branco

El reconocimiento uruguayo no tardó en llegar. En 1914, apenas dos años después de su muerte, una localidad del departamento de Cerro Largo fue bautizada Río Branco en su honor. Situada precisamente sobre la línea divisoria con Brasil, frente a la ciudad de Yaguarón, esa denominación simbolizó el espíritu de entendimiento entre ambos pueblos. Con el tiempo, Río Branco creció como un centro fronterizo dinámico y su nombre se convirtió en un homenaje permanente a quien había contribuido a cimentar la paz y la buena vecindad.

Barón de Río Branco sigue vigente

Más de un siglo después, el legado del Barón de Río Branco sigue vigente. Su obra no solo consolidó el mapa del Brasil moderno, sino que también aseguró para Uruguay una frontera estable, fruto del diálogo y la cooperación. En tiempos donde los desacuerdos internacionales suelen escalar con facilidad, su ejemplo de diplomacia paciente y respetuosa continúa siendo una lección de equilibrio y civilización para toda América Latina.

Nomenclator de Salto pendiente

Quienes integramos la primera legislatura- una vez recuperadas las instituciones- nos equivocamos al sustituir su nombre en el nomenclátor urbano. cuando pudimos haber elegido otras calles para cumplir con el propósito buscado, el de homenajear a Michelini y Gutiérrez Ruiz.
No obstante, el plenario también aprobó el Decreto Nº 5547 por el cual encomendó a una Comisión especial “incluir en el Nomenclátor de Salto los nombres de Barón de Río Branco y de Guayabos en paseos públicos, calles o plazas.” Lo cierto es que hasta el presente, no se ha cumplido con este Decreto. Hacerlo, será un acto de estricta justicia.

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