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Expertos como Víctor Pacin advierten sobre los desafíos culturales y estructurales de implementar el sistema en Uruguay. La posibilidad de implementar un sistema de licencia de conducir por puntos en Uruguay ha despertado un debate sobre su viabilidad y eficacia real. Desde la sala de streaming de El Diario La Prensa, conversamos con Víctor Pacin, especialista en seguridad vial, sobre los beneficios, limitaciones y realidades culturales que atraviesan esta propuesta.

Pacin, reconocido por su enfoque crítico pero constructivo en temas de tránsito, ofreció una mirada equilibrada, si bien celebra la intención del sistema, advierte que podría estar siendo mal implementado o en un contexto aún inmaduro para su verdadero impacto.

El modelo internacional, ¿funciona?

El sistema de libreta por puntos no es nuevo. “Francia comenzó en 1992, España en 2005, Argentina en 2008. Japón tuvo una baja del 29,5% en la tasa de accidentes en los primeros cinco años tras implementarlo”, señaló Pacin. La clave, la percepción del riesgo.

Cuando las personas sienten que pueden perder algo valioso en este caso, el derecho a conducir, tienden a comportarse de manera más prudente. Sin embargo, esto no se mantiene indefinidamente. “En muchos países la baja fue temporal, y con el tiempo los índices volvieron a niveles anteriores. La conducta humana tiende a relajarse con la costumbre”, explicó.

Una herramienta con potencial educativo

Pacin no descartó el valor de la libreta por puntos, pero la concibe como una herramienta educativa más que punitiva. En países como Argentina y España, los conductores pueden recuperar puntos si pasan un año sin cometer infracciones, o si realizan cursos de seguridad vial. “Es un sistema que permite aprender del error y corregirse, no solo castigar”, enfatizó.

También destacó la importancia de contar con tribunales de faltas donde los conductores puedan defender sus sanciones. “Eso es también educativo. Uno aprende cuando alguien le explica en qué se equivocó, y no simplemente recibiendo una multa”, afirmó.

¿Y en Uruguay? Un problema de base

Para Pacin, el gran dilema no es el sistema de puntos en sí, sino el terreno donde se lo quiere aplicar. “Estamos tratando de poner un techo cuando no tenemos paredes ni cimientos”, sentencia. Uruguay enfrenta problemas estructurales graves en cuanto a fiscalización, educación vial y cultura de manejo.

Actualmente, diferentes departamentos del país fiscalizan de manera desigual. “En algunos lugares no se exige cinturón, ni luces cortas, ni se impide que los niños viajen adelante. Así es muy difícil aplicar una medida homogénea en todo el territorio nacional”, advierte Pacin.

La despreocupación en el cumplimiento de las normas es notoria. “Veo gente pasando en rojo a las 11 de la noche porque no quieren esperar 30 segundos. Hay motociclistas sin casco, niños sin protección adecuada, y personas que directamente manejan sin libreta”, denuncia con firmeza.

Conducción responsable, privilegio, no derecho absoluto

Una idea central de la entrevista es que la conducción debería ser tratada como un privilegio que se gana y se mantiene, no como un derecho garantizado sin condiciones. Pacin propone medidas innovadoras con foco educativo: por ejemplo, permitir que personas que cometieron infracciones leves puedan seguir conduciendo en horarios laborales, como forma de preservar su empleo sin ignorar la sanción.

“No podemos tratar igual a quien se equivoca una vez con 0.3 de alcohol en sangre y necesita ir a trabajar, que a quien reincide o ignora por completo la ley. El sistema tiene que tener matices, humanidad y criterios técnicos”, sugiere.

La brecha entre la ley y la realidad

Otro gran obstáculo para implementar el sistema de puntos es el desconocimiento generalizado de las leyes de tránsito. “Hay personas que todavía no saben que un niño menor de 12 años no puede ir en el asiento delantero. Y discutimos en redes sociales si el cartel de ‘CEDA EL PASO’ tiene validez o no”, señaló Pacin, entre resignado y sorprendido.

La falta de campañas educativas y de una presencia constante del Estado en la fiscalización alimenta la confusión. “Queremos copiar el sistema español, pero allá los jóvenes dejan de estudiar un año para prepararse para el examen de conducir. Acá muchos ni siquiera tienen seguro obligatorio”, denuncia.

¿Una solución sin contexto?

El especialista pone el foco en la desigualdad del impacto que podría tener el sistema. “A muchos no les va a importar. A quienes no tienen libreta o directamente desprecian las normas, les da igual si les sacás puntos o no”, dice.

En cambio, las consecuencias recaerán principalmente sobre quienes dependen de la conducción para trabajar: choferes profesionales, repartidores, trabajadores rurales o personas que viven en lugares sin transporte público eficiente.

Por eso, advierte, se corre el riesgo de generar más informalidad en vez de más seguridad. “Las personas que no pueden esperar seis meses sin manejar, simplemente van a seguir conduciendo igual, pero ahora en situación irregular. El sistema tiene que contemplar estas realidades”, insistió.

¿Qué nos falta? Educación, fiscalización y empatía

Pacin es claro, antes de implementar un sistema tan complejo y exigente, Uruguay necesita una campaña de concientización nacional, unificación de criterios entre departamentos, y sobre todo educación vial desde temprana edad.

También se necesita una justicia especializada y una infraestructura legal que permita diferenciar entre tipos de infracciones. “Estamos manejando un arma, todos los días. Las decisiones que tomamos al volante pueden cambiar la vida de alguien para siempre”, recuerdó.

Una propuesta que entusiasma, pero exige preparación

El sistema de puntos tiene un enorme potencial para mejorar la seguridad vial, siempre que sea acompañado por reformas educativas, legales y estructurales. “Yo no estoy en contra. Ojalá funcione, ojalá copiemos algo bueno. Pero hay que ser honestos: todavía no tenemos el piso para sostener ese techo. Y si construimos en el aire, el sistema se cae”.

Mientras tanto, las cifras siguen siendo alarmantes, más de 400 personas mueren cada año en accidentes de tránsito en Uruguay, y miles más quedan con lesiones o secuelas de por vida. “Hay guerras donde no muere tanta gente”.

El debate está planteado. La pregunta clave ya no es si la libreta por puntos es buena o mala. Es si Uruguay está verdaderamente preparado para ella.

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