
Gianni Brunetti /
El chapista uruguayo que llevó su talento “de 100 manzanas al mundo”
En un rincón de Salto, en la dirección Solís 1246, se encuentra un taller donde los autos renacen. Allí trabaja Gianni Brunetti, un chapista y pintor automotriz que lleva más de dos décadas perfeccionando su oficio. Su historia es la de un adolescente rebelde que, empujado por la crisis económica, cambió los cuadernos por la lija y terminó convirtiéndose en un referente en la restauración y personalización de vehículos.
A los 34 años, Brunetti acumula 21 años de trayectoria. Ha trabajado en autos clásicos, muscle cars y modelos históricos que han llegado a manos de coleccionistas en Dubái, Qatar y China. Su lema, “de 100 manzanas para el mundo”, refleja el orgullo de llevar su barrio al escenario internacional.
Una vocación nacida de la crisis
La carrera de Brunetti comenzó en 2002, cuando la crisis económica golpeaba con fuerza a Uruguay. Con apenas 13 años, dejó la escuela para ayudar a su madre mientras su padre buscaba trabajo en España. “De mañana estudiaba y de tarde cortaba pasto. Me acostumbré a ganar mi propio dinero”, recuerda. La verdadera puerta al mundo automotriz se abrió gracias a Orlando Viera, un reconocido chapista de Salto que le permitió barrer su taller. La rebeldía del adolescente hizo el resto. “Yo no quería barrer, quería aprender a trabajar. Fue entonces cuando empecé a lijar, a pintar, a meter mano de verdad”. Ese primer paso se transformó en una pasión que lo acompañaría toda la vida.
De las motos personalizadas a los autos clásicos
El camino no fue lineal. En la adolescencia, Brunetti se volcó también al mundo de las motos, junto a su amigo Rubén Palacios. “Hacíamos motos personalizadas, cascos réplica de Senna y Schumacher. Era la época de mirar videos de YouTube y querer hacer cosas diferentes”. Esa curiosidad lo llevó a incursionar en autos clásicos y personalizados. Desde un Lotus Seven hasta un Maverick de 1970, pasando por BMW de la Segunda Guerra Mundial, cada proyecto representó un desafío distinto. “En este oficio a veces uno iguala lo que viene de fábrica, y otras veces tiene un lienzo en blanco para crear algo totalmente nuevo”, explica.
Entre el perfeccionismo y la creatividad
Brunetti se define como perfeccionista. Esa exigencia, dice, le jugó a veces en contra, pero también le permitió alcanzar un estándar de calidad que lo distingue. Sus trabajos han sido expuestos en eventos como la Custom Week de Punta del Este, donde planea volver en enero con un muscle car restaurado por completo. “En Uruguay todo lleva más tiempo por la burocracia para importar piezas. Pero hemos hecho autos clásicos en dos meses. También hay proyectos que demoran años. Cada auto tiene su tiempo y su historia”, relata.
Del aprendiz al maestro
En los últimos meses, Brunetti vivió una experiencia que confirma su evolución en el oficio. Participó en Montevideo de un curso con Nicolás García, un uruguayo que trabajó en el taller Gas Monkey, famoso por Discovery Channel. “Fue increíble aprender de alguien con tanta experiencia”, cuenta. La sorpresa llegó cuando, en medio de la charla, García le pidió a Brunetti que fuera él quien dictara un curso de micro retoques de pintura. En octubre, el chapista salteño asumirá ese rol de profesor. “Lo que dan las vueltas de la vida”, dice sonriendo.
Restauraciones que cruzan fronteras
Entre los hitos de su carrera, Gianni recuerda la restauración de autos BMW IZ fabricados en plena Segunda Guerra Mundial. “Un cliente me buscó después de haber intentado con otros talleres. Conmigo se quedó”, señala. El resultado fue tan bueno que varios de esos vehículos terminaron en colecciones privadas de Dubái, Qatar y Beijing. Cada publicación en redes sociales llevaba el mismo lema: “de 100 manzanas para el mundo”.
La cultura del mantenimiento
Más allá de las restauraciones de alto nivel, Brunetti insiste en la importancia de educar a los propietarios sobre el mantenimiento de la carrocería. “Así como el motor necesita cambios de aceite, la pintura y el interior también requieren cuidados”, advierte. Su propuesta es ofrecer combos accesibles y trabajos en cuotas para que la gente no espere a que el auto esté destruido. “La mayoría dice ‘lo pinto cuando lo venda’. No, pintalo para vos. Disfrutalo bien pintado”.
La familia, la salud y el taller
Detrás del profesional, hay un hombre que también ha enfrentado batallas personales. Hace tres años fue operado de la columna y estuvo a punto de quedar en silla de ruedas. “Todo tiene su lado lindo y su lado malo. Agradezco estar vivo”, afirma. En su día a día, Brunetti combina largas jornadas en el taller con su rol de padre y pareja. Muchas veces trabaja de madrugada, en silencio, mientras su familia duerme. “Lo que más disfruto es sopletear, pintar de noche cuando todo está tranquilo”.
Una pasión con raíces
Lo que más impresiona de la historia de Gianni Brunetti no son solo los autos que cruzaron fronteras, sino la coherencia entre su éxito y su origen humilde. “Empecé cortando pasto y barriendo un taller. Hoy sigo siendo el mismo, solo que con más experiencia”, asegura. Su agradecimiento es amplio: a su familia, que lo acompaña en cada locura; a Orlando Viera, que le abrió la puerta del oficio; a su psicóloga Sandra Vigil, quien lo ayudó a encauzar su rebeldía; y a los amigos y colegas que lo apoyan en cada proyecto.
“Hay que ser un poco loco para andar en esto”, confiesa. Una locura que, sin dudas, lo ha llevado lejos.
Contacto
Los interesados en conocer su trabajo o acceder a sus servicios pueden acercarse a su taller en Solís 1246, Salto, o seguirlo en Instagram: @gianni-brunettipaint.
Comentarios potenciados por CComment