
La frutilla /
Un fruto de lujo inalcanzable al presente
En tiempos de dificultades económicas y creciente carestía, el precio de los alimentos básicos es un termómetro social tan sensible como implacable. En ese contexto, el caso de la frutilla producida en nuestro Salto es paradigmático: un producto que tradicionalmente ha estado al alcance del consumidor medio, hoy se ha convertido, por momentos, en un lujo al borde de lo prohibitivo. La razón principal: el crudo invierno que golpeó sin piedad a los cultivos bajo túnel del litoral norte.
Responsabilidad del frio polar
Durante las últimas semanas, una ola de frío polar atravesó el país, y el impacto fue especialmente severo en el corazón productivo de Salto. Aunque la mayoría de los cultivos de frutilla se desarrollan bajo túneles plásticos, diseñados precisamente para proteger del clima extremo, las heladas agrometeorológicas fueron tan intensas que las estructuras no fueron suficientes. Las plantas se “quemaron”, y la capacidad productiva cayó drásticamente.
El efecto más visible de este fenómeno fue la caída repentina en la oferta del producto, lo que disparó los precios de forma brutal. En un abrir y cerrar de ojos, el precio de una bandeja de 300 gramos de frutillas seleccionadas trepó hasta los $500 en algunos comercios de Salto, cifras más propias de una caja de bombones importados que de una fruta de estación.
Leve recuperación por esfuerzo del productor
Para una familia de clase media, la frutilla pasó a ser un producto inaccesible. El tradicional gusto de invierno, que muchas veces acompañaba postres y meriendas, quedó fuera del alcance de miles de hogares. El encarecimiento no solo refleja un fenómeno meteorológico, sino también una realidad económica que castiga más duro a quienes menos tienen.
Pero este caso también muestra otra cara: la del esfuerzo del productor. Ante la catástrofe climática, los agricultores redoblaron la apuesta. Cuidaron planta por planta, ajustaron riegos, mejoraron el manejo sanitario y buscaron formas de sacar adelante la zafra. Con el correr de los días y una leve mejora del clima, esa dedicación empezó a rendir frutos —literalmente—. Las plantas respondieron, y la cosecha comenzó a estabilizarse, aunque lejos aún de los volúmenes esperados.
Esa leve recuperación se tradujo en una baja de precios, que si bien todavía no alcanza niveles “populares”, da un pequeño respiro al consumidor. Hoy, esa misma bandeja de 300 gramos que se llegó a vender a medio millar de pesos, se encuentra a valores cercanos a los $270. El precio sigue siendo alto, pero al menos se aleja del absurdo.
Lo cierto es que la frutilla, más allá de su valor nutricional y simbólico, se ha convertido en un reflejo de un problema más amplio: la vulnerabilidad del sistema agroproductivo frente al cambio climático. Los eventos extremos, como heladas fuera de norma, olas de calor o lluvias torrenciales, se han vuelto más frecuentes, y la tecnología de protección ya no garantiza inmunidad.
El caso de Salto expone, además, la necesidad urgente de políticas públicas activas. No alcanza con el esfuerzo individual del productor. Es fundamental fortalecer las redes de apoyo técnico, aumentar las inversiones en infraestructura de protección climática, crear seguros accesibles ante desastres productivos y garantizar que la cadena de valor no termine castigando al eslabón más débil: el consumidor.
El peso de la especulación
También se impone una reflexión ética sobre la especulación. En momentos de escasez, algunos operadores del comercio optan por maximizar márgenes sin contemplar la situación del consumidor. La frutilla a $500 fue, para muchos, un símbolo de esa especulación sin freno. Y si bien el libre mercado tiene sus reglas, no debería ser ciego al contexto social.
En definitiva, la frutilla de Salto atraviesa hoy una encrucijada entre clima, economía y esfuerzo humano. Su precio récord encendió una alarma que va más allá del sector frutícola. ¿Qué otros productos básicos pueden seguir el mismo camino si no se toman medidas a tiempo? ¿Cuán cerca estamos de convertir lo cotidiano en excepcional?
Mientras tanto, el consumidor deberá elegir: pagar precios elevados por una fruta otrora común, o esperar que la primavera y el esfuerzo del productor devuelvan algo de normalidad al mercado. Lo cierto es que, al menos por ahora, el sabor dulce de la frutilla viene con un precio amargo.
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