
Osvaldo Simonet Arburuas /
56 años de historia en la primera inmobiliaria de Salto
La trayectoria de Osvaldo Simonet Arburuas es, en muchos sentidos, un reflejo de la evolución económica y social del país durante más de medio siglo. Su carrera comenzó en el ámbito bancario en los años 60, cuando la caída de varias entidades financieras dispersó a sus funcionarios hacia nuevas oportunidades. Simonet, junto a su socio Cacho Arena, decidió abrir un camino distinto, en 1969 fundaronSIMAR, la primera inmobiliaria de Salto.
El proyecto nació con modestia: escritorios pequeños, máquinas de escribir y calculadoras manuales. Sin embargo, la visión de ambos socios los llevó a aprovechar un cambio normativo que obligaba a los bancos a desprenderse de sus departamentos de administración de propiedades. Ese giro permitió a SIMAR posicionarse rápidamente como un referente en la ciudad.
La modernización y los desafíos tecnológicos
Con los años, Simonet entendió que la clave para sostener un negocio estaba en la adaptación. Fue pionero en la incorporación de equipos de oficina modernos: desde la primera fotocopiadora que llegó a Salto hasta computadoras portátiles que, en los años 80, costaban el equivalente a decenas de miles de dólares. Sin embargo, la modernización también trajo dificultades. En tiempos recientes, la facturación electrónica y las nuevas plataformas digitales significaron inversiones constantes en tecnología y capacitación. “La parte informática me superó”, reconoce Simonet, admitiendo que las exigencias tecnológicas del presente resultaron un obstáculo para continuar.
Competencia creciente y cambios en el mercado
A lo largo de las décadas, el mercado inmobiliario se transformó profundamente. La aparición de profesionales independientes abogados y escribanos que comenzaron a administrar propiedades, así como los acuerdos directos entre propietarios e inquilinos, redujeron la cartera de clientes. Además, la falta de regulación efectiva en las comisiones y la competencia por ofrecer precios más bajos hicieron cada vez más difícil sostener un negocio formal con altos costos fijos: teléfono, internet, servidores, mantenimiento de software y alquiler de oficinas. “Llegó un punto en que ya no es redituable”, confesó Simonet. A pesar de la resiliencia que lo caracterizó, las condiciones del mercado terminaron influyendo en su decisión de retirarse.
Crisis, pérdidas y resiliencia personal
La historia de Osvaldo no está exenta de golpes duros. Recordó con detalle la crisis de 1982, cuando la caída de la tablita y la devaluación lo dejaron con deudas millonarias en dólares. Esa etapa significó la pérdida de su casa, su auto e incluso su familia, tras un divorcio doloroso. “Fue una repercusión brutal”, señaló. Sin embargo, lejos de rendirse, volvió a empezar desde cero. Algo similar ocurrió en la crisis de 2002, aunque esta vez la experiencia acumulada le permitió capear la tormenta con mayor solidez. Hoy, ya jubilado, valora haber podido ordenar sus finanzas, liquidar deudas y repartir sus bienes entre su familia. “Buscándole la vuelta a todo”, como él mismo dice, logró cerrar etapas con dignidad.
El balance de una vida laboral
Tras 56 años, un mes y 20 días de trabajo, Osvaldo Simonet Arburuas decidió cerrar el ciclo de SIMAR. Asegura que la actividad le brindó “muchas satisfacciones”, sobre todo por el contacto humano y la confianza de sus clientes. Aunque reconoce que hubo momentos duros, mantiene la satisfacción de haber trabajado siempre con prolijidad y respaldo. Más allá de las dificultades, destaca que fue un camino que le permitió crecer profesionalmente, mantenerse activo y, sobre todo, forjar un legado en la historia comercial de Salto.
El fin de una era
El cierre de SIMAR marca también el final de una etapa para la ciudad. En los años 70 y 80, la inmobiliaria llegó a manejar una amplia cartera de propiedades, con listados que ocupaban páginas enteras en los diarios locales. Su influencia se extendió incluso a operaciones financieras privadas, siempre con un enfoque innovador para la época. Hoy, en un mercado saturado de competidores y marcado por la digitalización, la figura de Simonet representa un símbolo de otra época: la del trato personal, la oficina amplia con muebles diseñados a medida y la confianza construida con los años.
Un legado vivo
Aunque SIMAR baje la cortina, la historia de su fundador sigue siendo un ejemplo de resiliencia, innovación y compromiso. Simonet Arburuas no solo fue testigo, sino también protagonista de los cambios económicos y sociales que transformaron a Salto durante más de medio siglo.“Me jubilé bien, con mucho aporte, y eso es lo que me da tranquilidad”, afirma. Su relato, lleno de anécdotas, fracasos superados y logros obtenidos, es un testimonio de cómo la perseverancia y la visión a largo plazo pueden sostener un proyecto incluso en los contextos más adversos.
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