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Daniel Silva, párroco de la Iglesia del Carmen, compartió su testimonio en una conversación con LA PRENSA Streaming. La charla recorrió su juventud futbolera, los momentos de quiebre espiritual, su vocación religiosa, y su profundo compromiso con la comunidad de Salto. Desde la cancha del club Chaná hasta el Corcovado en Brasil, esta es la historia de un hombre que eligió servir con humildad, entrega y pasión.

La infancia, el fútbol y los primeros caminos

Daniel Silva no siempre fue párroco. Antes fue simplemente Daniel, un muchacho más de barrio, apasionado por el fútbol. Su recorrido comenzó en Chaná, donde jugó en la cuarta división. “Fue una etapa corta, pero muy significativa”, recuerda con cariño.

Más atrás en el tiempo, su padre tuvo que intervenir para apartarlo de unas exigentes prácticas físicas en Universitario. “Me dijo ‘no vas más’, después de verme golpeado por los entrenamientos con Lescano”, cuenta entre risas. Sin embargo, el fútbol dejó huella: también tuvo un breve paso por la selección juvenil de Salto, compartiendo cancha con figuras como Rufino Cáceres y Torales, que luego llegarían al profesionalismo.

Brasil, el corcovado y el llamado que no se pudo ignorar

Aunque el camino al sacerdocio no fue inmediato, ya desde joven Daniel vivía una intensa búsqueda espiritual. Uno de los momentos más determinantes de su vida ocurrió en Río de Janeiro, durante un viaje en carnaval. Allí, al pie del Cristo Redentor, sintió lo que describe como una “presencia que se me caía encima, pero de amor, de misericordia, de paz”.

“Yo quería escapar, pero sentía que Dios me decía: ‘¿a dónde vas a escapar? A donde vayas, te voy a buscar’”, relata. No fue una decisión instantánea, sino el fruto de un proceso de discernimiento profundo que duró varios años. También fue clave el acompañamiento del obispo Nicolini, quien lo ayudó a reconciliarse con su fe: “Jesús te estaba esperando”, le dijo un día en confesión. Palabras que marcaron un antes y un después.

Una vocación elegida para toda la vida

Con 25 años, edad considerada "grande" para ingresar al seminario en aquella época, Daniel se comprometió con el sacerdocio. “Yo había tenido una novia, una vida. Por eso, cuando tomé la decisión, lo hice convencido de que era para siempre”, afirma. Cita a Don Bosco: “Me sentí atado, pero no de forma negativa, sino como un compromiso profundo y libre”.

El camino religioso nunca estuvo exento de desafíos, pero Daniel asegura que no ha tenido dudas de fondo. “Las dudas las tuve antes. Una vez que decidí, fue con certeza”.

Su llegada a Salto

Aunque nacido en Salto, Daniel pasó muchos años lejos de la ciudad. Recién en 2021 se asentó definitivamente, motivado por el deseo de acompañar a su madre, ya enferma. La pandemia complicó su llegada: “Fue difícil porque estaba todo cerrado, y yo venía de una comunidad muy activa en Paysandú”.

Con el tiempo, Salto se convirtió en su nuevo hogar. Recorrer sus barrios, celebrar misas en zonas alejadas como Bella Vista o Campo de Todos, y compartir con vecinos comunes lo ayudó a redescubrir su lugar en la comunidad. “Las fotos de curas como el padre Irureta o Victorio Mazzarino me hicieron sentir que yo también tenía que dejar algo, hacer un aporte”.

Los gestos simples y el liderazgo desde la vereda

Daniel destaca la importancia de transmitir espiritualidad a las nuevas generaciones: “Los niños traen frescura y renovación. Eso a mí me hace bien”. Y no se refiere solo a lo religioso, sino a los valores humanos esenciales: amor, solidaridad, esperanza. Cree en un liderazgo espiritual que nace de los gestos simples: barrer la vereda de la iglesia, acompañar a un vecino en duelo, conversar con personas en situación de calle. “El liderazgo también lo tiene un abuelo que enseña con amor y paciencia”, sostiene.

Sin rejas, con las manos abiertas

Durante la entrevista, el padre Silva fue claro respecto a su visión de una Iglesia abierta. Rechaza la idea de levantar rejas para proteger los templos: “Yo no quiero más rejas. Claro que hay que tener cuidado, pero también hay que seguir proponiendo el otro camino: el de encontrarnos, de apoyarnos”.

Esa visión se materializa en su cercanía con los más vulnerables. Acompaña a personas en situación de calle, comparte diálogos con quienes sufren adicciones, y se niega a dejar de mirar a los ojos a quienes más lo necesitan. “Son situaciones durísimas, pero uno se siente bendecido por esos gestos”.

Francisco, León y el futuro de la iglesia

Para el párroco Silva, el liderazgo espiritual del Papa Francisco fue un punto de inflexión en la historia de la Iglesia: “Fue un pontificado para todos, especialmente para los pobres y los más frágiles. Dejó la vara alta”. Sobre el nuevo Papa León, mantiene la esperanza: “Tiene un acento en la unidad y la paz, temas claves hoy en el mundo. Ojalá continúe el legado de Francisco”. También defiende la necesidad de mantener viva la esencia de la Iglesia, más allá de los errores cometidos: “Hay cosas que la Iglesia ha hecho mal, pero también hay muchas buenas, y no solo por curas, también por laicos comprometidos”.

Un pastor en la vereda, entre el pueblo

La entrevista concluye con una imagen poderosa: la de Daniel, escoba en mano, barriendo la vereda de la iglesia. Un gesto sencillo, pero lleno de significado. “Esa también es parte de mi misión”, dice. Porque para el padre Silva, la fe se vive en la calle, en las plazas, en los encuentros cotidianos, donde el mensaje de amor y cercanía puede llegar a todos. Y mientras siga habiendo personas que, como él, prefieren abrir puertas antes que levantar rejas, la esperanza seguirá teniendo lugar en cada rincón de Salto.

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