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“Quiero, antes que nada, agradecer la presencia de todos ustedes en este homenaje a uno de los más grandes hijos de nuestro departamento y de la historia política de Salto: don Ramón J. Vinci.  Hay una frase que siempre me acompaña en actos como este: “solo muere quien cae en el olvido”. En el caso de don Ramón, esa máxima se vuelve excepción. Supo trascender la muerte y el paso del tiempo gracias a sus obras, su ejemplo y su legado, que aún hoy inspiran a nuevas generaciones.

Hijo de un humilde inmigrante italiano zapatero, conoció desde joven la pobreza. Sin embargo, gracias a las herramientas que le brindó el batllismo, se convirtió en referente del republicanismo, del estatismo y de la solidaridad, con la mano siempre tendida hacia los más necesitados.

Como administrador del Hospital de Salto, lo modernizó en momentos críticos, incorporando equipamiento y mejorando la atención. También impulsó el primer hogar de ancianos del interior, en el barrio Lazareto, que hasta hoy brinda cuidado y protección a cientos de adultos mayores.
Pensó siempre en el desarrollo del departamento. En Arapey construyó piscinas, bungalows y moteles, sentando las bases de un polo turístico que sigue siendo fuente de trabajo. En Daymán, fue clave en la articulación entre Iglesia y Estado para lograr los terrenos donde hoy funcionan las termas, orgullo de los salteños.

Entre sus obras más notorias también estuvo la creación de la primera empresa municipal de transporte del país, garantizando movilidad accesible a quienes no tenían medios propios. Durante la dictadura cívico-militar, rechazó ofrecimientos para integrar entes autónomos. Prefirió mantenerse firme en la defensa de la democracia, convirtiéndose en un referente de resistencia. Desde la Radio Cultural, “la radio del pueblo”, organizó movilizaciones y fue voz de libertad. En 1980, cuando la dictadura intentó perpetuarse con una reforma constitucional, desde esa emisora contribuyó a la histórica derrota del proyecto en nuestro departamento.

Más allá de las obras tangibles, lo que distinguió a don Ramón fue su entrega humana y solidaria. El título de “don” que el pueblo le confirió es reflejo del respeto y el cariño que supo ganarse. Su legado, de justicia social y compromiso con los más humildes, trasciende generaciones y seguirá iluminando el camino de los salteños.”

Mta. Graciela Delgado de Brum

“Conocí a don Ramón en 1959, cuando aún era estudiante de liceo. En aquellos días, con mi madre docente aprendí el valor de la solidaridad. Formamos brigadas estudiantiles que recibían ropa en la Radio Cultural y luego distribuían alimentos y abrigo a los inundados. Fue allí donde comprendí la generosidad de don Ramón: un hombre de corazón abierto, que abrió las puertas de la emisora sin importar ideologías, siempre dispuesto a tender la mano.

Él solía decirme que hablara con el corazón en los actos, aunque nunca lo logré. Pero sí aprendí de su ejemplo. Si hay algo esencial en la política es el respeto y la tolerancia, y eso lo representaba don Ramón. No a cualquiera se le otorga ese título, el de Don, pero él  se lo ganó con creces.
Hoy, a 35 años de su fallecimiento, lo recordamos con la misma admiración. Falleció a los 80 años, la edad que tengo ahora, y su legado sigue vivo. Lo vi en actos hasta sus últimos días, incluso en silla de ruedas, con la misma entereza y compromiso. Este homenaje nos recuerda que, en tiempos difíciles, los batllistas y colorados debemos dejar de lado matices y mantenernos unidos, como él nos enseñó.

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