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El pasado 7 de setiembre se cumplió un nuevo aniversario del fallecimiento del arquitecto Armando Barbieri, una de las figuras más notables del Partido Colorado y del quehacer político y social de Salto. Sin embargo, la fecha transcurrió en silencio, sin actos conmemorativos ni recordatorios públicos, un descuido que contrasta con la importancia de su legado.


Se dice que toda institución encuentra su fuerza en su liturgia: en los gestos, ceremonias y ritos que reafirman su identidad. El Partido Colorado, a lo largo de la historia, supo nutrirse de esa liturgia para proyectarse como movimiento político y social. Y entre sus ritos, uno de los más significativos debería ser el homenaje a quienes marcaron su rumbo. Recordar a Barbieri no es solo un acto de justicia con el pasado, sino una reafirmación de la identidad colorada en el presente.

El “Don” de la gente.

Armando Barbieri obtuvo el título de arquitecto en la Facultad, pero fue el pueblo quien le otorgó otro más honroso: el de “Don”, expresión de respeto y cariño. Ese reconocimiento popular se tradujo en una adhesión constante a sus candidaturas, que lo llevaron a ocupar responsabilidades de enorme relevancia: Diputado Departamental, Director del Banco Hipotecario, Senador de la República, Presidente de la Asamblea General, Presidente del Concejo Departamental e Intendente de Salto. Pero más allá de los cargos, su obra permanece en las instituciones educativas que soñó y promovió: la Escuela Industrial, el Liceo nocturno y la Universidad, espacios que aún hoy transmiten su visión de futuro y su pasión por los jóvenes.

La dignidad en tiempos oscuros

Su trayectoria se distinguió también por la firmeza de su conducta en los años de la dictadura de Terra. Barbieri fue prisionero político en la Isla de Flores, no por haber conspirado contra la democracia, sino por defenderla. Allí, junto a otros ciudadanos prestigiosos, padeció condiciones inhumanas: barracones húmedos, colchones de paja, comida escasa y ventanas sin vidrios que dejaban entrar el viento y la lluvia.

El vaso de leche

Hugo Barbieri relataba que su padre, gracias a una vaca lechera que había en el lugar, lograba obtener un vaso de leche al día, alimento que lo sostuvo en medio de la penuria. Quizás por eso, en sus últimos años, el arquitecto mantenía la costumbre de beber leche a distintas horas, como un eco de aquella dura experiencia.

El destierro o la Isla...

En una carta dirigida a su esposa desde el penal, Armando Barbieri relataba la disyuntiva que se les planteó: el destierro o la permanencia en la Isla. La mayoría eligió el exilio; él prefirió quedarse junto a un puñado de compañeros, reafirmando su convicción y su arraigo. La historia oral recuerda incluso su temple frente a los carceleros. Cuando un guardia pasó lista y preguntó si todos estaban presentes, una voz firme desde la fila de prisioneros respondió: “No, falta Grauert”, recordando al dirigente colorado Julio César Grauert, asesinado por el régimen. Ese gesto, más que un acto de rebeldía, fue un símbolo de lealtad y memoria.

Un legado vivo

Con la restauración democrática, Barbieri volvió a ejercer la política con la grandeza que lo caracterizaba. Su magnetismo y su poder de convocatoria marcaron una época, consolidando una trayectoria sin igual en la historia departamental. Hoy, cuando su nombre parece diluirse en el olvido, los colorados de Salto tienen la obligación moral de volver la mirada hacia él. Es ante su tumba donde la comunidad colorada debería encontrarse, hermanarse y, como los jóvenes griegos, buscar inspiración en la memoria de sus grandes hombres.

El deber de la memoria

Que un nuevo aniversario de su fallecimiento haya pasado inadvertido no es un simple descuido: es un llamado de atención. La liturgia colorada, la que da sentido y fuerza al Partido, no puede prescindir de los homenajes a figuras como Armando Barbieri. Recordarlo no es mirar al pasado con nostalgia, sino proyectar hacia el futuro con la guía de quienes supieron defender la democracia, construir instituciones y soñar una ciudad más justa. Los batllistas de Salto fueron afortunados al contar con él. El desafío presente es no permitir que su memoria se pierda en el silencio

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