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Seguimos presentando este enorme trabajo del Diario La Nación que hace casi dos años anticipaba lo que se cerró la semana pasada.
La matriz de corrupción con la obra pública tuvo una primera víctima. Fue el exgobernador de Santa Cruz Sergio Acevedo, quien renunció a la gobernación cuando se negó a firmar un convenio con Vialidad Nacional para que esta realizara obras públicas en esa provincia con sobreprecios inexplicables. “No quiero terminar preso”, dijo Acevedo, y se fue del gobierno. El adjudicatario de tales obras era, por supuesto, Lázaro Báez.

El actual senador Luís Juez se ofreció públicamente a dar su testimonio de que esa matriz corrupta existió. Él fue intendente de Córdoba entre 2003 y 2007. Contó que una vez lo visitaron funcionarios nacionales y Lázaro Báez para ofrecerle pavimentar 10.000 cuadras en la ciudad de Córdoba. Juez se acababa de hacer cargo de la intendencia. Les respondió que no podía hacer esas obras, porque había heredado un municipio que les debía varios meses de sueldos a sus empleados y que tenía deudas enormes. Sus interlocutores le respondieron que ese no era un problema porque Vialidad Nacional se haría cargo de las obras. “Dios me acompaña siempre, acotó Juez, porque le dije que no a una propuesta tan tentadora. Si hubiera aceptado, hoy estaría sentado en el banquillo de los acusados frente al fiscal Luciani”, denunció, y concluyó: “Yo soy testigo de que esa asociación corrupta existió tal como la explicó el fiscal”.

Otro mito que cayó en ese lunes áspero fue la leyenda de que Cristina Kirchner no conocía las maniobras de su marido para construir una fortuna personal incalculable con recursos del Estado. “¿Cómo que no sabía? Ella sabe que cada uno de los muchos bolsos Louis Vuitton que usa cuesta 30.000 dólares. ¿De dónde sale tanta plata? ¿De su sueldo como legisladora? Imposible. Ella también es ladrona”, propinó en su momento Elisa Carrió, que fue quien presentó la primera denuncia por asociación ilícita por la obra pública. Esa denuncia, que ingresó en los tribunales en 2008, es la que llegó ahora al juicio oral y público. La denuncia fue firmada también por Patricia Bullrich y por Paula Oliveto, entre otros dirigentes de la entonces Coalición Cívica. Pasó lo mismo luego de la muerte de Néstor Kirchner: ¿podía Cristina Kirchner, presidenta de la Nación, ignorar lo que hacían sus funcionarios y los empresarios amigos de su familia? Imposible, otra vez. Ella firmaba los decretos que beneficiaban a los amigos.

No hay refutación, en efecto, al sobrio y profesional alegato del fiscal Diego Luciani. Hay, sí, difamación y descalificación por parte del cristinismo, que ya es un sistema más que un método. Funcionarios cristinistas divulgaron que el fiscal adjunto, Sergio Mola, ingresó a la Casa de Gobierno en tiempos de Macri. ¿Cuál es el pecado? ¿Y si fue solo a hacer un trámite o a visitar un amigo? ¿Por qué ingresar a la Casa de Gobierno sería un acto ilegal o ilegítimo? Llegaron al colmo del absurdo cuando mostraron una foto del fiscal Mola con el procurador general de la Nación, Eduardo Casal, que es el jefe de los fiscales. Casal y Mola juntos es, para ellos, la prueba de la conspiración. Una reunión entre un fiscal y el jefe de los fiscales es el trámite más natural del mundo. Es lo mismo que acusar a Cristina Kirchner mostrando una foto en la que se la viera ingresando al Senado. Hicieron lo mismo con otro fiscal valiente, Carlos Stornelli, luego de que este investigara la llamada causa de los cuadernos, que será más explosiva que la de Vialidad cuando llegue al juicio oral y público. Nunca nadie dijo que el chofer Oscar Centeno, que escribió esos cuadernos como una crónica precisa de la corrupción kirchnerista, mintió. Pero le fraguaron a Stornelli una causa armada en Dolores para desprestigiarlo y, por esa vía, voltear la causa de los cuadernos. La estrategia se conoció por obra de la incontenible verborragia del diputado Eduardo Valdés, albertista y cristinista al mismo tiempo, quien les comentó por teléfono de la “Operación Puf”, para sacarlo a Stornelli y tumbar la causa, a los exfuncionarios que estaban presos en Ezeiza. Las conversaciones del penal de Ezeiza estaban siendo grabadas por orden de la Justicia en una causa contra un narcotraficante. En medio de esas conversaciones, apareció la confesión de Valdés. Ni siquiera hacen bien las cosas malas. 

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