Historias de Walter, de Urtarán, de "Trancarán"
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Por el Lic. Fabián Bochia
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fbochia@laprensa.com.uy

Un día, estando quien esto escribe ocupando el cargo de secretario general de la Intendencia de Salto, me sorprendió la llegada de un hombre mayor, de lentes gruesos y abundante bigote, de talante afable pero duro en su accionar.
El tal señor era un bancario jubilado que sabía y mucho de contabilidad y de administración y era presentado como hombre de confianza del director general de Hacienda y Administración, el contador Víctor Invernizzi. Este último le encomendó observar todo, boletas, gastos, viáticos, para darle prolijidad y transparencia a la administración. El tal hombre era Walter Urtarán, del que, lamentablemente tarde ya, me entero de su fallecimiento. Urtarán era mucho más que un funcionario que aportaba lo suyo, era, lo comprobé en mis casi cinco años de accionar municipal, una moral sin tachas que andaba. Era tan meticuloso que yo mismo le puse el mote de "Trancarán" en vez de su verdadero apellido, Urtarán, lo que él mismo tomó a la risa pero que se extendió en toda la administración. "Trancarán" hacía de las suyas pero todo funcionaba bien bajo su bigote y su mirada, pues era meticuloso al detalle. No solo sabía, sino que no tenía empacho en observar un gasto del mismo intendente o de yo mismo. El estaba allí, enhiesto y en forma, tranquilo con su conciencia y su conocimiento.
Si iba una delegación a Montevideo preguntaba por qué tantos pues sumaban muchos viáticos, él no se enojaba con nadie, sino que auditaba todo, el no cuestionaba personas sino formas de actuar y vivía apegado al reglamento. Lo conocí allí y los años de trabajo juntos me ligaron a un hombre mayor lleno de virtudes envuelto en su caparazón técnica y sus virtudes de probidad.
Invernizzi, mucho más que un contador a la postre, me decía en broma pero en serio también, "vos dejame a este viejito que él me soluciona la cosas" y era así nomás, "Trancarán" siempre andaba con sus papeles y sus preguntas y marcaba la cancha dándonos garantías a todos, sobre todo a los dos ordenadores de gastos que eran el intendente y el director general de Hacienda y Administración.
Esos cinco años me hicieron conocer gente repudiable y traicionera pero también gente como Walter que era un canto a la honestidad y visto en perspectiva si no existiera gente así habría que inventarla.
A su esposa Sonia, sus hijos y nietos, en estos momentos de tanto dolor conviene recordarles que tuvieron en su seno un hombre ejemplar, un hombre lleno de virtudes, un hombre con mayúsculas que honró todo lo que hizo desde la caballerosidad, sin levantar la voz, sin decir un exabrupto.
Hoy, mirando para atrás una década me parece verlo llegar a mi oficina con su papelito en mano preguntándome si yo autorizaba un viaje, un gasto, un viático; si lo que se presentaba era útil para la Intendencia.
Debo reconocer que el apodo que le puse estaba demás, Walter no trancaba nada, al contario, era un hombre que llevaba adelante una función sumamente necesaria y ojalá en todas las intendencias del país existieran mil "Trancarán".
Por eso queremos volver a su familia y decirles que mucha gente, más de lo que piensan, más de lo que imaginan, recuerdan a Walter como un hombre notable, como un técnico firme y sano, como alguien que aportó conciencia y ética a la función lo que no es poco y que eso indudablemente hizo escuela en muchos funcionarios que aprendieron con él.
Porque eso también hay que decir, aprendimos de Walter y aprendimos con Walter, de su bonhomía, de su risa, de su mirada cercana y paternal y de su rigurosidad sin tachas que lo honra en la memoria de todos.
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