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Apoco de asumir la Junta Departamental en 1985- una vez recuperadas las instituciones democráticas- propusimos que se realizaran estudios para conocer la factibilidad de construir un camino costero entre Arenitas Blancas y el Daymán. El tema fue discutido en oportunidad de aprobarse el presupuesto quinquenal, en el que se incluyó un artículo referido al tema, pero a pesar del tiempo transcurrido, nada se ha hecho en ese sentido.

En tiempos donde el turismo sostenible gana cada vez más adeptos, pensar en la conexión entre los paisajes naturales y el desarrollo local no solo es pertinente, sino necesario.  En el departamento de Salto, existe un tramo costero con un potencial inmenso y aún inexplorado: el que va desde el paraje conocido como Arenitas Blancas hasta la desembocadura del río Daymán. Continuar y consolidar un camino costero o costanera que respete el entorno y el bosque nativo, sería una decisión estratégica con efectos positivos para el turismo, el empleo local y la preservación ambiental.

Este trayecto bordeando el río Uruguay está marcado por un paisaje natural de enorme belleza, donde predominan los montes ribereños, playas agrestes, fauna autóctona y rincones de tranquilidad que escapan al turismo masivo. Arenitas Blancas, es un paraje de gran valor afectivo para los salteños y también para visitantes que buscan paz, pesca y contacto con la naturaleza. Del otro lado, el Daymán- con su desembocadura en el Uruguay- ofrece escenarios ideales para acampar, pescar surubíes y disfrutar de la vida al aire libre.

Existe, sin dudas, un público creciente que elige lo rústico por sobre lo urbano. Familias, jóvenes mochileros, pescadores deportivos, ciclistas de aventura, y turistas que buscan cabañas simples o zonas para acampar, prefieren paisajes naturales con servicios básicos, sin grandes construcciones ni desarrollos invasivos. Este tipo de turismo deja una huella ecológica menor y al mismo tiempo genera un impacto económico positivo en la zona.

La creación de un camino costero accesible, pero no destructivo, sería la clave. No se trata de construir una ruta pavimentada de alto tránsito, sino de diseñar un sendero natural, que permita recorrer esa franja costera a pie, en bicicleta o en vehículos livianos, con paradas interpretativas, miradores, zonas de descanso y acceso controlado a sectores de playa o pesca. De esta forma, se ampliaría el circuito turístico salteño más allá de la tradicional oferta termal, incorporando un producto que pone en valor los recursos paisajísticos y la identidad local.

Además, este proyecto permitiría articular pequeños emprendimientos turísticos y gastronómicos en la zona: cabañas familiares, paradores rurales, excursiones guiadas, alquiler de kayaks o paseos embarcados. Incluso podrían organizarse actividades culturales o ferias artesanales en puntos estratégicos, generando oportunidades para los pobladores de las zonas cercanas como Corralitos.
Un aspecto central de esta propuesta es el respeto al entorno natural. Todo el desarrollo debe regirse por principios de sostenibilidad y protección del bosque nativo costero, que actúa como barrera natural ante la erosión, refugio de fauna silvestre y patrimonio ecológico del país. Incluir la participación de técnicos ambientales, urbanistas y vecinos sería esencial para planificar un trazado que combine desarrollo turístico con conservación.

En resumen, el camino entre Arenitas Blancas y el Daymán no solo existe geográficamente: es una oportunidad en espera de concretarse. Una ruta pensada con inteligencia y sensibilidad ambiental podría transformar ese corredor natural en un nuevo atractivo para Salto, capaz de atraer a quienes valoran lo simple, lo verde y lo auténtico. Porque el turismo del futuro no será el que más cemento tenga, sino el que mejor sepa convivir con su paisaje.

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