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Vivimos en un mundo cada vez más judicializado y donde el ciudadano común muchas veces no sabe las leyes. En algún momento hemos escuchado aquello de leer la letra chica y es algo que no es sencillo para el común de la gente, sobre todo aquellos que vivimos el día a día, más preocupados para mantener un bienestar, que no siempre es el mejor, pero que es parte del sueño de cada uno de nosotros. Conocer las leyes, permite a aquellos que la dominan, contar con la ventaja de poder llevar adelante un mejor juicio y en este sentido la preparación es importante. Pero claro, no todos tenemos la capacidad o el gusto por lo que nos muestra la letra fría en el ámbito judicial, civil, penal, entre otros.

El derecho lo podemos definir como un sistema de principios y normas que regulan la conducta humana en la sociedad. Es para asegurar la justicia, el orden y los conflictos que pueden surgir en lo que es la convivencia humana. O por lo menos es lo que creemos, ya que muchas veces podemos interpretar con puntos diferentes lo que marca la justicia y en este sentido siempre la letra fría es la que predomina para aquellos que cuentan con la capacidad del conocimientos del derecho. Las leyes que nuestros representantes votan en el Parlamento y luego las promulga el Ejecutivo.

Nuestro derecho termina, donde comienza el del otro, algo que también en algún momento nos han enseñado nuestros mayores, a sabiendo que eso no significa que tengamos plenamente el conocimiento de las leyes o de todas, ya que para el ciudadano común es algo que rara vez lo podemos conocer a fondo. En más de una oportunidad nos podemos sorprender ante situaciones inesperadas y que cuando nos señalan o nos hacen conocer la letra fría, nos damos cuenta que casi sin darnos cuenta, podemos estar sentados en el banquillo de los acusados o perdiendo algún juicio, que jamás imaginamos.

Por eso en algún momento también escuchamos aquello de que es importante tener los conocimiento o el asesoramiento de aquellos que están en el tema, para que no nos sorprendan situaciones que no son las deseadas. “Elemental mi querido Watson”, una frase que para aquellos que peinamos canas, la asociamos a una cita de Sherlock Holmes. Claro que es de otros tiempos, Sherlock Holmes es un detective privado de ficción, un personaje inglés de finales del Siglo XIX, que se destacaba por su inteligencia, la habilidad en la observación y el razonamiento para resolver casos difíciles. Los detalles y su sagacidad, le permitían resolver los casos más complicados. Claro que también contaba con los conocimientos suficientes.

El conocimiento es importante y la letra chica también, como el Artículo 30 de la Ley Nº 19823.

“Queda prohibido a los funcionarios públicos con cometidos de dirección superior, inspectivos o de asesoramiento ser dependientes, asesores, auditores, consultores, socios o directores de las personas físicas o jurídicas, públicas o privadas, que se encuentren sujetas al control de las oficinas de que aquéllos dependan. Les está prohibido asimismo percibir de dichas personas retribuciones, comisiones u honorarios de clase alguna.

La prohibición establecida en el inciso anterior se extiende a todas las contrataciones de servicios o de obra, realizadas a solicitud de la Administración controlante, por organismos internacionales o mediante la ejecución de proyectos por terceros.

Esta prohibición se mantendrá durante un año, luego de que el funcionario respectivo haya cesado en sus funciones”.

En estos tiempos y en el mundo actual, tan judicializado, es importante estar atentos a la letra chica.  Claro que también puede estar aquello de la interpretación, la habilidad en la observación y el razonamiento para resolver los casos difíciles. En el mundo de las bibliotecas, la letra chica nos puede confundir. "Elemental, mi querido Watson".

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