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Amigos, amigas, ya se siente en el aire que se viene el momento de definir. El momento de mirar la cancha, ajustar los botines, tomar carrera y tirar el penal. Como aquel 11 de diciembre de 1988, en el Estadio Olímpico de Tokio, cuando Nacional venció al PSV Eindhoven de Holanda 7–6 por penales, tras empatar 2–2 en 120 minutos, y se consagró campeón de la Copa Intercontinental por tercera vez en su historia.

En aquella definición inolvidable, Jorge Seré detuvo tres penales, el único tiro fallado por el rival pegó en el palo, y Tony Gómez fue el encargado de sentenciar la serie y alzar la copa  para Nacional. Durante el tiempo reglamentario y suplementario habían marcado Yubert Lemos, William Castro, Hugo de León, Juan Carlos de Lima, Felipe Revelez y, por supuesto, el Vasco Ostolaza, cuyo gol abrió el camino al histórico empate.

Ahí, en el silencio del estadio, no hay hinchada que valga: está el jugador, la pelota y el arco. Nada más. Y así será este domingo. La urna y usted. La urna y yo. Nadie más. No estarán los discursos, las entrevistas ni las propagandas. Estaremos solos con nuestra conciencia, tomando una decisión que define los próximos cinco años de esta hermosa esquinita del mundo que se llama Salto.

Yo ya tengo decidido dónde voy a patear el penal, y voy convencido de que mi voto va a ganar. Porque uno no puede jugar un partido pensando lo contrario. Hay que entrar con mentalidad ganadora, con confianza, con la frente en alto. Así como el Vasco fue al punto penal sin dudar, sabiendo que había que convertir. Y sí, es así. Lo fácil es opinar después, con el “diario del lunes”, pero lo valiente es decidir antes, con las cartas sobre la mesa.

En estas elecciones hay varias opciones, y hay que elegir. Y pase lo que pase, al final del día, seguiremos siendo vecinos, familia, salteños. Gente que se cruza en la feria, en la parada del ómnibus, en la cancha o en la escuela. Personas que, más allá de lo que marquen las urnas, tienen que convivir, ayudarse, saludarse y buscar el bien común.

Me siento orgulloso de haber nacido acá: en esta tierra que me dio amistades, dolores, alegrías, donde cometí errores y también aciertos. Aquí formé mi familia, trabajé, soñé y crecí. Por eso, cuando emita mi voto, lo haré con la certeza de que estoy apostando por un Salto mejor. Pero si mi candidato no gana, igual voy a respetar el resultado, aunque me duela. Porque eso es la democracia: aceptar la decisión de la mayoría.

Quiero pensar que todos haremos lo mismo. Que si el resultado nos favorece o no, al otro día vamos a seguir levantándonos temprano, trabajando, compartiendo esta ciudad, arreglando lo que está roto, soñando con una ciudad más justa, más limpia, más humana.

Esto no termina el domingo. El lunes seguimos siendo salteños. Salto necesita de todos: de los que ganan y de los que pierden. De los convencidos y de los indecisos. Necesita que cada uno ponga su granito de arena.

Como aquel penal inolvidable del Vasco, hoy el desafío es mirar al frente, decidir con el corazón y patear convencidos. Porque la historia la escribimos entre todos. Y como en aquella final, la victoria es de quienes no se rinden nunca.

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