Nunca dejemos de escribir
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Por Jorge Pignataro
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jpignataro@laprensa.com.uy

En la noche de ayer, participamos de la presentación de un material de más de 150 páginas (por ahora disponible en formato digital) titulado “Guía de Recursos Patrimoniales de Salto”. Es un trabajo liderado por el licenciado Juan Pardo, docente en el área de Turismo, con fuerte presencia no solo a través de sus clases sino de diversas actividades vinculadas al rubro turístico, en Salto, Paysandú (de donde es oriundo) y otras partes del país. Se podría destacar muchas cosas de ese trabajo, pero en especial queremos hoy jerarquizar la importancia del registro escrito.
Mucho de lo que no se escribe, está condenado a perderse. Así de simple. Ejemplos sobran; se me ocurre ahora, pensando rápidamente, en buena parte del cancionero popular español (los famosos romances medievales) que solo se cantaban, se difundieron solo oralmente al pasar de generación en generación, por lo que, inevitablemente, mucho de ellos se perdió. O aquí más cerca, la poesía gaucha del Río de Plata.
Los motivos por los que muchas cosas no se escriben pueden ser -y son- múltiples y variados. En otros tiempos, como los mencionados en los ejemplos, eran limitantes propias de esa época. Pero tenemos la sensación que actualmente hay cierta “pereza” para escribir. Lamentablemente.
Volviendo al punto, lo que reúne el material presentado ayer, es información del pasado y del presente de monumentos, edificios, personalidades, costumbres y demás, que constituyen nada más ni nada menos, que la identidad salteña.
Es cierto, aunque esto no se hubiera escrito, un edificio con valor patrimonial no se va a perder, no va a desaparecer; aunque esto no se hubiera escrito, un monumento no se va a evaporar, pero sí puede perderse un dato, una anécdota valiosa, el conocimiento de una costumbre, de una creencia, de una tradición… Por eso hay que escribir, siempre escribir. Por eso, dicho sea de paso, es que cuando pienso que trabajo en La Prensa, un diario que vive desde 1888, el principal orgullo me nace de comprobar el valor histórico -no siempre percibido en el ajetreo cotidiano-de lo que va quedando registrado y que no es otra cosa que la historia y el presente -que pronto será también historia- del lugar al que pertenecemos.
Debo corregirme. Escribí en líneas anteriores, que elementos materiales del patrimonio no se pierden. Perdón, en realidad sí, penosamente en Salto se han perdido desde grandes murales hasta otras cuestiones muy valiosas. Y quizás el motivo de la pérdida fue el desconocimiento, quizás fue no haberse llegado a tiempo a registrar un dato, una información, en el sitio justo: un libro, un diario, una guía como la que acaba de presentarse.
En tiempos de inmediatez y de una “sociedad líquida” como dicen algunos, estamos cada día más convencidos que la palabra escrita es fundamental. Como ha sido siempre a lo largo de los siglos y como seguro lo seguirá siendo.
La semana pasada, el mundo celebró el Día de la Lengua Española y el Día del Libro. Uruguay celebró lo primero, lo segundo celebrará el 26 de mayo. En medio de esas fechas, parece oportuno -aprovechando además lo que sucedió anoche con la presentación de la ya referida Guía- reafirmar el valor de la palabra, en especial de la palabra escrita. Es ella la que habla y hablará por nosotros, de lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos. Sobran entonces los motivos, para desear que nunca dejemos de escribir.
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