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Cuando se acaban los argumentos, comienzan los agravios. Y eso fue exactamente lo que hizo el ministro Alfredo Fratti, incapaz de justificar una decisión injustificable, recurriendo a la descalificación personal para tapar su propia ineptitud. En lugar de explicar con claridad por qué suspendió la exportación de ganado en pie —medida que ha generado rechazo transversal—, decidió atacar a Pedro Bordaberry.

Pero esta no es una discusión sobre apellidos. Es una discusión sobre decisiones. Y la que tomó Fratti ha sido cuestionada por todos: por la oposición, por las gremiales rurales, por los productores, y hasta por el propio ministro de Economía, Gabriel Oddone, quien dejó bien claro que no existe ninguna distorsión en el mercado que justifique semejante intervención.

¿Quién gobierna? ¿El ministro de Ganadería, el ministro de Economía o un comité de intereses que nadie termina de identificar? Porque la medida parece diseñada más para beneficiar a unos pocos —como sugirió Bordaberry— que para resolver un problema real del país. Y, sin embargo, cuando se pide explicaciones, Fratti responde con agravios personales.

El argumento oficial es endeble: que hay que proteger a los frigoríficos. Pero si ese es el objetivo, que lo digan con claridad, que expliquen con datos, que muestren las cuentas. Lo cierto es que ni el propio Oddone acompaña esa lógica. ¿Entonces qué hay detrás? ¿Por qué se toma una decisión que genera incertidumbre, afecta a los productores y dinamita la confianza en las reglas de juego?

El propio secretario general del Partido Colorado, Andrés Ojeda, lo dijo claro: “Si el ministro no tiene argumentos, que asuma que se equivocó y corrija”. Porque no se trata de una diferencia ideológica, se trata de sentido común. Se trata de respeto institucional. Y Fratti lo ha perdido. No solo por lo que hace, sino por cómo lo dice.

En lugar de explicar, insulta. En lugar de dialogar, chicanea. En lugar de gobernar, improvisa. Su gestión en Ganadería es cada día más opaca, más errática, más dañina. Y la reacción que ha provocado entre los actores del sector —gremiales, técnicos y parlamentarios— no es otra cosa que el reflejo de una medida inconsulta, mal comunicada y mal fundamentada.

Peor aún, Fratti intenta camuflar esa falta de sustento con golpes bajos. No se atreve a dar la discusión de fondo, porque sabe que la pierde. Entonces busca refugio en el agravio. Cree que desviar la atención hacia la familia de un adversario lo exime de rendir cuentas. Pero no. Lo único que demuestra es debilidad.

Uruguay necesita certezas. Necesita instituciones que funcionen, mercados previsibles, decisiones coherentes. No ministros que insultan porque no saben responder. No funcionarios que se escudan en el agravio para no enfrentar su propia torpeza.

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