En 1995, con la aparición del navegador incorporado a Windows 95 y la expansión inicial de internet, comenzó a gestarse una verdadera revolución cultural. Entre las páginas electrónicas más visitadas de aquellos años se encontraba la del Museo del Louvre, que supo comprender tempranamente que el futuro de la difusión del patrimonio artístico pasaba por el mundo digital. A partir de entonces, la tecnología fue avanzando de manera sostenida, permitiendo que hoy sea posible recorrer, desde cualquier punto del planeta, prácticamente todas las grandes colecciones de arte del mundo.