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La magnitud del despilfarro en Ancap no solo se mide en cifras, sino también en la falta de responsables. Según datos oficiales, el Estado uruguayo volcó directamente al ente unos 630 millones de dólares para evitar su colapso. A esa cifra se suman 250 millones de un préstamo externo que incrementó la deuda pública. Y, como si eso fuera poco, los uruguayos pagamos más de 1.200 millones de dólares extra en sobreprecio del combustible, según un estudio del economista Ignacio Munyo.

En total, la "fiesta" de Ancap nos costó casi 2.100 millones de dólares. Este gasto descomunal no generó nuevos activos ni mejoras sostenibles. Al contrario, dejó una empresa monopólica tambaleando, con balances en rojo y una población obligada a financiar sus errores. En una conferencia de prensa que intentó disfrazar la catástrofe como una “intervención técnica”, los ministros Carolina Cosse y Danilo Astori informaron sobre la necesidad de revisar el porcentaje de biocombustibles en las naftas porque “resulta demasiado caro”. En otras palabras, reconocieron que la inversión en Alur, otro de los proyectos estrella del Frente Amplio, no fue rentable. ¿Quién asumió la responsabilidad por esa decisión?

Costos inflados y emprendimientos ruinosos

Lo mismo ocurre con la planta de cemento, los costos logísticos inflados y otros emprendimientos ruinosos. Nadie pagó un precio político o personal. Ni Daniel Martínez, entonces presidente de Ancap y más tarde intendente de Montevideo. Ni Raúl Sendic, cuya gestión dejó un tendal de deudas. Ni los gerentes responsables, muchos de los cuales ni siquiera concurrieron a la Comisión Investigadora del Parlamento.

Danilo Astorio y José Mujica

Pero hay dos nombres que sobresalen por su peso político: el fallecido Danilo Astori y José Mujica. Ambos tuvieron roles centrales en los gobiernos que permitieron –y en algunos casos impulsaron– estas decisiones. Ni uno ni otro ha dado una explicación convincente. Tampoco han pedido disculpas.

"La Fiesta Inolvidable"

Como epílogo grotesco de esta historia, vale recordar “La Fiesta Inolvidable”, con la que se celebró la inauguración de la planta desulfurizadora. Carpas, catering, audio, baños químicos y promoción costaron 1.051.272 dólares. Solo en promoción se gastaron 690 mil. Una fiesta sin sentido que simboliza el abuso de poder, el uso del Estado como caja política y el desprecio por el dinero de todos.

Nadie asume culpas. Nadie pide perdón

En un país donde miles hacen malabares para llegar a fin de mes, la impunidad con la que se manejaron estos recursos debería escandalizar a toda la sociedad. Pero no. Nadie asume culpas. Nadie pide perdón. Los culpables siempre son otros.

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