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A comienzos de este mes, desde PUNTO Y APARTE surgía la evocación para uno de los mayores músicos uruguayos, el salteño Jaurés Lamarque Pons. Sin dudas que junto a él en ese pedestal, como fue dicho, podría ubicarse a Eduardo Fabini. Pues también mayo es mes de Fabini. En este mes nació y murió.

El 17 de mayo de 1950 fallecía en Montevideo el compositor y violinista Eduardo Fabini, apenas un día antes de cumplir 68 años. Nacido el 18 de mayo de 1882 en Solís de Mataojo, Lavalleja, Fabini dejó un legado musical que lo consagró como una de las figuras más destacadas de la música nacional.

Considerado un maestro del violín y de la composición orquestal, Fabini es autor de obras emblemáticas como Campo, La isla de los ceibos, Burucuyá y Mañana de Reyes. También enriqueció el repertorio pianístico con piezas como sus Tristes y el Estudio Arpegiado. Su versatilidad lo llevó a crear obras para coro y orquesta —como La Patria Vieja y Las flores del monte—, canciones criollas como El arroyo y Luz mala, así como temas infantiles entre los que destacan Grillita y Grillín y Vaquita colorada.

Su figura ha sido homenajeada de múltiples formas en el país: su rostro figura en el billete de 100 pesos uruguayos, y en Salto una plazoleta lleva su nombre. Está en costanera sur. Allí, una placa lo recuerda con palabras del Dr. Eduardo J. Couture, en las que lo define como “Señor austero en la forja de su música”.

Ojalá aprendamos (¿empecemos? ¿volvamos?) a escucharlo y valorarlo.

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