
Un fenómeno contado a medias /
Las escritoras silenciadas del Boom
Cada vez que se menciona el Boom Latinoamericano, la memoria colectiva nos devuelve una lista de nombres masculinos que parecen esculpidos en piedra: García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar, Fuentes, Donoso. En el imaginario cultural, ellos son los responsables de abrir la narrativa de la región al mundo, de conquistar las editoriales europeas y de convertir a América Latina en un territorio fértil para la ficción moderna. Sin embargo, esa postal tiene un vacío. La historia del Boom suele presentarse como un club de hombres geniales, reunidos en cafés parisinos o en tertulias madrileñas, sin espacio para la mirada de las mujeres que también estaban escribiendo, publicando y proponiendo mundos literarios distintos. Lo cierto es que ellas existieron, pero fueron invisibilizadas por un fenómeno editorial construido bajo parámetros patriarcales.
La otra cara de los sesenta
Durante aquellas décadas convulsas —dictaduras, revoluciones, movimientos estudiantiles, feminismo emergente— la literatura latinoamericana vivió un momento de efervescencia. No obstante, mientras los nombres masculinos copaban premios, traducciones y contratos millonarios, las escritoras quedaban relegadas al margen del canon. Algunas compartían espacios con los “grandes” del Boom, otras publicaban desde sus propios márgenes, y todas enfrentaban el mismo obstáculo: la desconfianza editorial hacia la voz femenina.
El resultado fue un mapa literario incompleto, donde las mujeres aparecían apenas como notas al pie, cuando en realidad estaban produciendo obras que desafiaban tanto la tradición literaria como las convenciones sociales de su época.
Marvel Moreno y las brisas incómodas
En Colombia, Marvel Moreno se atrevió a mostrar la opresión y las contradicciones de la burguesía caribeña. Sus personajes femeninos no son figuras decorativas, sino mujeres que aman, desean, sufren y se rebelan contra un orden social rígido. Su novela En diciembre llegaban las brisas (1987) es un retrato descarnado de una ciudad y de un sistema patriarcal que parecía indestructible.
Publicada tardíamente y rescatada después de su muerte, la obra de Moreno revela hasta qué punto la incomodidad que generaban ciertas voces femeninas fue un factor determinante en su silenciamiento.
Alba Lucía Ángel, una adelantada
También en Colombia, Alba Lucía Ángel escribió Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón (1975), una obra experimental que desbordaba los moldes del Boom. Con una estructura fragmentaria y un lenguaje arriesgado, narró la violencia de mediados del siglo XX con una originalidad que la crítica local prefirió ignorar.
Hoy, su escritura se reconoce como precursora de lo que luego sería catalogado como posmodernismo latinoamericano. Sin embargo, durante años su nombre fue apenas un eco lejano en un coro dominado por varones.
Elena Garro y la incomodidad del realismo mágico
En México, Elena Garro es recordada tanto por su obra como por la sombra que proyectó sobre ella su matrimonio con Octavio Paz. Se le atribuye haber anticipado el realismo mágico, aunque ella rechazaba esa etiqueta mercantilista. Para Garro, lo fantástico no era un artificio literario, sino la forma natural en que los pueblos originarios concebían el mundo.
Su literatura (teatro, cuentos, novelas) desafió no solo las estructuras narrativas, sino también la política de su tiempo. Por ello, incomodó tanto a los círculos literarios como a los políticos, quedando durante décadas relegada a un segundo plano.
Silvina Ocampo, la cuentista irónica
Desde Buenos Aires, Silvina Ocampo escribía cuentos cargados de humor negro, ironía y extrañeza. Pero era difícil brillar cuando alrededor estaban Borges, Bioy Casares y Victoria Ocampo. La crítica de su tiempo consideró que no alcanzaba la altura de sus colegas, aunque hoy su obra se reivindica por su audacia: niños crueles, mujeres ambiguas, mundos donde lo cotidiano se desfigura. En Ocampo, la literatura funciona como un espejo deformante que revela las tensiones ocultas de la vida social.
Nélida Piñón: abrir puertas en Brasil
Mientras tanto en Brasil, Nélida Piñón construía una obra sólida que la llevaría a ser la primera mujer presidenta de la Academia Brasileña de Letras. Defensora de los derechos humanos y de la visibilidad femenina en la literatura, Piñón publicó novelas de gran aliento como La república de los sueños, donde explora la memoria y la identidad de los migrantes gallegos en América. Aun así, durante años sufrió el silenciamiento de un mercado literario que prefería otros nombres.
Bombal y Peri Rossi: dos formas de insumisión
En Chile, María Luisa Bombal se adelantó a todos al unir lo fantástico con lo íntimo en La amortajada (1938) y La última niebla (1934). Sus protagonistas femeninas se alejaban del molde romántico para habitar mundos propios, donde lo privado se volvía político. En Uruguay, Cristina Peri Rossi desafió tanto a la dictadura como a la moral de su tiempo. Exiliada en España, escribió novelas, cuentos y poemas que mezclan lo erótico con lo fantástico. Fue una de las primeras voces en abordar la sexualidad lésbica con franqueza, construyendo un universo narrativo que aún hoy resulta provocador y necesario.
Una constelación olvidada
Los nombres podrían multiplicarse: Rosario Castellanos en México, Clarice Lispector en Brasil, Sara Gallardo en Argentina, Rosario Ferré en Puerto Rico, Elena Poniatowska en el periodismo narrativo. Cada una, desde su lugar, rompió silencios y abrió senderos, aunque los manuales de historia literaria no siempre lo reconozcan.
Reescribir la memoria
El Boom fue un fenómeno editorial que colocó a América Latina en el mapa cultural del mundo. Pero al contar la historia como si hubiese sido protagonizado solo por hombres, se construyó un relato incompleto. Reconocer a las escritoras de aquellos años no es una concesión al presente, sino una deuda histórica con la literatura misma.
La verdadera riqueza del Boom —y de la literatura latinoamericana en general— no está en un club exclusivo de varones célebres, sino en la constelación de voces diversas que dieron forma a nuestra imaginación colectiva. Y en esa constelación, las mujeres también brillaron, aunque durante mucho tiempo intentaron apagarlas.