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Había nacido con zapatos. Rojos, finos, de taco alto...

Había nacido con zapatos. Rojos, finos, de taco alto,

que fueron la desesperación de todos los que vivimos juntos

en aquel tiempo.

Y en la cara tenía varias dentaduras, y lentes celestes como

el fuego.

Al pasar, por la tarde, parecía el ángel de la devoración con

pie punzó.

Mas, en realidad, amó la luz solar. Comía guindas, llevándose

una a cada boca.

Y sentía temor y amor hacia el Maestro Tigre que llegaba

en la noche a buscar doncellas.

Y nunca la eligió.

Marosa

 

LA PIEDRA, EL ARBOL Y EL RÍO

Yo voy trajinando sueños

a lo diario del camino;

Y en ese andar me conocen:

la piedra, el árbol y el río.

La piedra, el árbol y el río,

con ojos que tienen tiempo,

adiós, me dicen, y quedan

mirando cómo me alejo.

Cuando la noche me agarra

y oyendo grillos me acuesto,

la piedra, el árbol y el río

retozan con mi silencio.

En esto de andar soñando

a lo diario del camino

solo conocen mi rumbo:

la piedra, el árbol y el río.

La piedra, el árbol y el río,

a lo diario del camino,

alientan al andasueños

que siempre llevo conmigo.

V. Lima

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