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Un curso que certificó a 23 participantes en kinesiología y abrió el debate sobre la necesidad de una clínica de alto rendimiento y espacios inclusivos para niños autistas. En Salto, una iniciativa liderada por Henry Correa logró reunir a deportistas, terapeutas y ciudadanos de perfiles muy diversos en torno a un curso de kinesiología que se extendió durante seis meses. El proyecto, que culminó con la entrega de certificados a 23 personas, se convirtió en un hito no solo por su alcance académico, sino también por el abanico de historias humanas y profesionales que se cruzaron en el aula. Correa, hombre vinculado de toda la vida al deporte, confiesa que el esfuerzo fue “una travesía más grande que recuperar el cadáver de Eva Perón”, recordando con humor los contratiempos logísticos. Sin embargo, detrás de las anécdotas, lo que destaca es la potencia transformadora de una propuesta que abrió nuevas puertas en el ámbito de la salud y la rehabilitación.

DIVERSIDAD QUE SORPRENDIÓ

Aunque la expectativa inicial era atraer a entrenadores y jugadores de fútbol, el curso sorprendió con la inscripción de fisicoculturistas, terapeutas experimentados, especialistas en estética, ex atletas de alto rendimiento e incluso un maestro. Entre los participantes, también se encontraba un hombre mayor que, tras cuatro décadas viviendo en Estados Unidos, decidió radicarse en Uruguay y seguir formándose.

“Lo increíble fue la sinergia entre todos. Tuvimos que ajustar el programa para contemplar desde el running hasta la estética, pasando por la rehabilitación de alto rendimiento”, señaló Correa. Esta riqueza de enfoques dio lugar a un plan formativo más integral, que incluyó talleres de masaje deportivo, aparatología avanzada y técnicas aplicables tanto a atletas profesionales como a personas mayores que buscan recuperar movilidad tras accidentes de tránsito.

MÁS QUE DEPORTE

Cada alumno aportó un bagaje personal que enriqueció la experiencia colectiva. Desde funcionarios municipales hasta veteranos de misiones de paz, pasando por exjugadores con décadas de vestuario encima, las historias de resiliencia y compromiso personal se entrelazaron con la formación técnica. Correa se emocionó al redactar las reseñas de cada participante: “Pude ver el mundo a través de sus relatos. Algunos habían enfrentado emergencias extremas, otros construyeron su carrera desde oficinas cerradas. Todos dejaron una huella”.

CERTIFICACIÓN

El curso obtuvo el respaldo de CIKAU, institución que otorgó un “sello de oro” de validez nacional, con la posibilidad de extender la certificación al plano internacional. Para Correa, este aval fue clave: “No queríamos rebotar en ninguna institución. Queríamos que el esfuerzo de los alumnos tuviera reconocimiento real”.

TRADICIÓN Y CIENCIA

Más allá de lo académico, Henry Correa abrió un espacio para reflexionar sobre sus raíces familiares y la influencia de la medicina tradicional. Recordó a su madre y a su abuela, descendientes charrúas, que preparaban ungüentos a base de grasas animales y hierbas.

“De niño veía a mi madre usar remedios que hoy se enseñan en cursos de herbolaria. Lo que antes se consideraba saber popular, hoy se cobra como conocimiento formal”, comentó. Este cruce entre tradición y ciencia moderna refuerza la visión de Correa de una kinesiología que no niega el pasado, pero lo adapta a los estándares actuales de higiene y tecnología.

CLÍNICA DE ALTO RENDIMIENTO

El paso siguiente para Correa es la creación de una clínica especializada en rehabilitación y alto rendimiento. “No podemos depender de gimnasios prestados. Necesitamos un espacio propio donde un atleta lesionado pueda recuperarse sin quedar fuera de carrera”, subrayó.

La propuesta no se limita al deporte profesional. También apunta a atender a víctimas de accidentes de tránsito y a personas mayores, con el objetivo de devolver ciudadanos “sin dolores” a la sociedad. “Hoy se trata la lesión o el dolor, pero no se trabaja lo suficiente en la alineación músculo-esquelética”, enfatizó.

INCLUSIÓN Y FUTURO

Otro de los ejes planteados por Correa es la creación de un centro juvenil para personas con autismo. Inspirado en el trabajo social de su esposa y de Catalina Chácharo, destacó la necesidad de espacios donde los niños y adolescentes puedan desarrollarse según sus características: salas acústicas para quienes necesitan silencio o, por el contrario, vibraciones intensas; y áreas tecnológicas para estimular talentos como la programación o la creación de aplicaciones.

“Debemos tener cuidado, porque de acá puede salir el próximo Bill Gates”, afirmó. Para Correa, la clave está en no dejar a estos jóvenes sin opciones al terminar la educación básica: “Si no generamos oportunidades, corremos el riesgo de repetir lo que ocurre en otras ciudades, donde niños con autismo o síndrome de Down pasan el día en las calles”.

DESAFÍO

El proyecto de la clínica y el centro juvenil aún no cuenta con financiamiento. Correa reconoce que hasta ahora todo se logró con “dos pesos” reunidos de capital privado y pequeños apoyos institucionales. Sin embargo, confía en la fuerza colectiva: “Si logramos este curso, también podemos levantar una clínica. Puede llevar cinco o diez años, pero es posible”.

KINESIOLOGÍA

La experiencia ya dejó un sello en la ciudad. Para Correa, Salto se convirtió en “la capital de la kinesiología de alto rendimiento”. En sus palabras, es una muestra de que el interior del país puede liderar iniciativas innovadoras sin esperar discursos importados desde Montevideo.

“Esta vez le ganamos al Santa Lucía”, dijo, en alusión a la histórica división entre la capital y el resto del país. Y agregó: “Lo hicimos pidiendo poco, pero con mucho compromiso”.

UN CAMINO ABIERTO

El curso en Salto no solo formó a nuevos kinesiólogos, sino que abrió un debate más amplio sobre el rol de la rehabilitación, la inclusión y la necesidad de infraestructura adaptada a los desafíos actuales. Correa, lejos de darse por satisfecho, ya proyecta los próximos pasos: una clínica de alto rendimiento y un centro juvenil inclusivo. “Tengo toda una vida por delante para lograrlo”, asegura. En un país donde la frontera entre tradición y modernidad aún se negocia día a día, propuestas como la de Henry Correa muestran que es posible construir futuro desde la diversidad, la memoria y la innovación.

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