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Cómo vemos respecto al perfil del niño y la niña de 3 años, cómo estos incorporan más palabras, se vuelven más sociables y les gustan los juegos de roles.

Dominan la marcha y actividades motoras más complejas y adquieren conciencia de los demás. A su vez, varios actores describen que en este rango etario el niño y la niña amplían su capacidad motora, llegando incluso a subir escaleras, vestirse o ponerse calzado. En cuanto al lenguaje hablan mejor, expresan su nombre y el de objetos de su entorno. Así mismo indagan con curiosidad todo el tiempo y se vuelven más ordenados. También entienden y obedecen órdenes sencillas.

Retomando la perspectiva de Estremera (2015), en relación con las características propias de los 4 y 5 años, el lenguaje se vuelve fundamental y surge la curiosidad de conocer y relacionarse con el mundo adulto, es la etapa de los “por qué”. Desde el plano motriz, la imaginación es clave en estas edades, ofreciéndole al niño y niña materiales como máscaras o distintas vestimentas que le permiten imitar a las personas que lo rodean favoreciendo el desarrollo socioemocional. A su vez, en esta etapa presentan la capacidad de ponerse en el lugar del otro. A pesar de ello, el egocentrismo sigue estando presente, sin poder distinguir entre su propio punto de vista y el de otra persona. La concentración, la conservación, la irreversibilidad, la inclusión de clases y la inferencia transitiva son todas características de este período. En resumen, se puede decir que el desarrollo en la primera infancia es un proceso que involucra factores biológicos, sociales y culturales; requiere de vínculos y experiencias acompañadas de un adulto que guíe y acompañe.

Para complementar esto abordemos también el juego en la primera infancia, introducir el tema es parte de la definición de la palabra juego, que “es la acción y efecto de jugar por entretenimiento” (Real Academia Española). Además Torres define el juego como: “una estrategia importante para conducir al estudiante en el mundo del conocimiento". Es considerado una de las actividades más disfrutables conocidas hasta el momento, una manera de esparcimiento que acompaña a la experiencia cotidiana de los niños y las niñas. Es un derecho de la infancia y favorecedor del desarrollo integral, pues los niños y las niñas conocen el mundo jugando. Se juega desde tiempos remotos. En el aula, los docentes realizan actividades con ellos, aplicando el juego para que se diviertan y aprendan. Es una actividad de carácter universal, común a todas las razas y épocas. Las costumbres, materiales y gustos han cambiado.

Pero a pesar de la tecnología y la ciencia se pueden encontrar a niños y a niñas jugando con muñecos, autos, entre otras cosas, independientemente del material que sea. Incluso, en el ámbito de las prácticas educativas, principalmente de 0 a 5 años el juego se considera una estrategia de aprendizaje, que, aparte de producir satisfacción y esparcimiento, fomenta la adquisición de conocimientos estimulando la creatividad, la imaginación, la curiosidad y el respeto por las normas del juego. En tal sentido Marín (2018) sostiene que el juego es una estrategia y metodología que puede transformar el proceso de enseñanza y aprendizaje. Una estrategia, porque los niños son aprendices activos que toman decisiones y resuelven problemas fomentando su responsabilidad y autonomía (Rousseau, 1762).

Asimismo, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, 2018) cuando niños o niñas deciden jugar, no piensan que van a aprender algo a través de él, pero su juego crea oportunidades de aprendizaje en todas las áreas del desarrollo, incluidas las competencias motoras, cognitivas, sociales y emocionales. En las experiencias lúdicas, frecuentemente durante las actividades en los rincones de juego, desarrollan esas competencias, lo que favorece el desarrollo del aprendizaje del niño y la niña de forma más eficaz. Al poder elegir jugar con lo que les gusta, desarrollan competencias en todas las áreas del desarrollo: intelectual, social, emocional y físico. Por ejemplo, cuando juegan, pueden aprender nuevas competencias sociales (compartir juguetes o estar de acuerdo de cómo trabajar juntos con materiales), y afrontar tareas cognitivas (resolver la forma de realizar una construcción con piezas más pequeñas cuando no tienen de las más grandes).

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