Los uruguayos cada 25 de agosto celebramos la Declaratoria de la Independencia del 1825. Pero hay algo que suele quedar en un segundo plano en la memoria colectiva: ese mismo día hace 199 años, nacía la entonces denominada Provincia Oriental unida a las Provincias Unidas del Río de la Plata. Embrión del fracasado proyecto federalista artiguista para estar fuera de toda influencia y centralismo que era de dominio porteño.  Lo que llevó a lo largo del tiempo, que políticos e historiadores analizaran y discutieran la historia,  esgrimiendo explicaciones para la aparente contradicción. La Provincia Oriental llegó al año 1825 marcada por una serie de hechos que, para algunos, ya había iniciado su proceso de independencia. El prócer José G. Artigas, había liderado en la década anterior la revolución oriental contra la monarquía española, cuyo Virreinato del Río de la Plata estaba en crisis. El proyecto de Artigas apuntaba a formar una federación regional de provincias enfrentada al centralismo de Buenos Aires  (ya era un problema en aquellos lejanos años) y acabó derrotado tras la invasión luso-brasileña de la Provincia Oriental en 1816.

A partir del levantamiento contra esa ocupación en abril de 1825 se formó un gobierno provisorio que convocó a una Sala de Representantes, la cual aprobaría tres leyes fundamentales. La primera; declaró a la Provincia Oriental “libre e independiente del Rey de Portugal, del Emperador de Brasil, y de cualquiera otro del universo, y con amplio poder para darse las formas que, en uso y ejercicio de su soberanía, estime conveniente”. Lo que muchos interpretan establece el concepto de independencia. La segunda ley  establecía “la  formación de la Federación de Provincias Unidas del Rio de la Plata, a la que siempre perteneció por los vínculos más sagrados que el mundo conoce”. La tercera ley estableció lo que conocemos como la bandera de Artigas y que aspiraba a ser el pabellón de las Provincias Unidas.  Por lo que el nacimiento de Uruguay como país independiente fue parte de un proceso largo y complejo.

Desde entonces, en Uruguay se cuestionó cuál fue el momento en que nació como Estado independiente. El debate se instaló en el Parlamento uruguayo en 1923, pero no logró zanjarse. La cámara de Diputados votó por declarar el 25 de agosto de 1825 como fecha de la independencia y el Senado optó por el 18 de julio de 1830, día en que se juró la primera Constitución. La disyuntiva dividía a los partidos tradicionales: los Blancos, por la primera fecha, y el Colorado, por la segunda. El tema volvió al ámbito legislativo en 2005, cuando el ex presidente Julio María Sanguinetti propuso cambiar la fecha nacional y sostuvo que celebrar la independencia el 25 de agosto supone un “error histórico” porque ese momento “marca más nuestra soberanía provincial y su consiguiente adhesión a lo que fue la Provincias Unidas”.

Algunos historiadores plantearon que la verdadera independencia se alcanzó el 4 de octubre de 1828 con las ratificaciones de la Convención Preliminar de Paz. Ese día, con una mediación británica, se puso fin a la guerra entre el imperio de Brasil y las Provincias Unidas por el control de lo que pasaría a ser el Estado Oriental del Uruguay. Piedra Alta, hoy en departamento uruguayo de Florida, fue donde se proclamaron las tres leyes fundamentales de la Provincia Oriental el 25 de agosto de 1825. Sin embargo, el 25 de agosto sigue siendo hasta hoy la fecha oficial de la independencia uruguaya. De esta forma, en Uruguay, más que eliminar fechas ha incorporando fechas. La respuesta, por qué es tan importante marcar un día concreto de origen para nuestra nación, ubicada entre dos gigantes como son Argentina y Brasil, también estableció que pasáramos de ser  provincia  y por ello definidos como “orientales” a lo de ser independientes y orgullosamente “uruguayos. Algo que responde a que un país precisa una referencia fuerte y este país lo precisó para nacer, para demostrar que tenía sentido su existencia independiente, como disfrutamos y pretendemos sea siempre así.-