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En el barrio Artigas, en el  Liceo Nº 7, hoy se encuentra el busto de José Gervasio Artigas. No es una estatua más: es un símbolo que representa el crecimiento, la identidad y la esperanza de una comunidad que lucha y sueña con un mejor futuro. La historia de este busto no comienza aquí. Durante muchos años, esta figura de Artigas estuvo instalada en El Espinillar, en Villa Constitución. En aquella época, ese lugar vivía tiempos de trabajo, desarrollo y producción. El busto era un homenaje al progreso de la zona rural y a la figura del prócer que defendió la tierra y los derechos de los más humildes.

Con el tiempo, El Espinillar dejó de tener el brillo de antes, y el busto quedó olvidado entre la maleza, cubierto por ramas, barro y silencio. Sin embargo, su imagen seguía en pie. Era un Artigas joven, de mirada firme, que parecía esperar, sin rendirse, una nueva oportunidad para volver a ser visto, valorado y honrado.

Esa oportunidad llegó cuando el edil Pedro Rodríguez propuso darle un nuevo destino. Al comenzar un nuevo gobierno departamental, Pedro se reunió con el entonces presidente de la Junta Departamental, Mario Kroeff, y le entregó toda la documentación necesaria. El Instituto Nacional de Colonización ya había aprobado la donación del busto, y solo faltaba la decisión política de hacerlo realidad.

Kroeff entendió el valor de esa propuesta y se puso al frente de la gestión. Gracias al compromiso de las autoridades y al trabajo de los funcionarios municipales, el busto fue trasladado a la ciudad de Salto, reacondicionado con dedicación y ubicado en un lugar especial: el liceo del barrio que lleva el nombre de Artigas.

La inauguración se realizó un 19 de junio, fecha del natalicio del prócer. Fue un momento emotivo para todos los presentes. En su discurso, Mario Kroeff expresó: “Este busto no fue traído por un decreto, sino por la voluntad de un barrio que quiere crecer. No es solo una figura: es un símbolo de lo que somos, y de lo que podemos llegar a ser.”

Hoy, el busto de Artigas mira hacia los estudiantes que entran y salen del liceo. No solo los observa, también los inspira. Nos recuerda que donde hay educación, hay libertad. Que los sueños del pasado siguen vivos cuando se siembran en tierra fértil.

En la Biblia, en Eclesiastés 3:1, leemos: “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.”
Y como decía Artigas: “Nada podemos esperar si no es de nosotros mismos.”

El busto de Artigas está de vuelta, y su mensaje sigue más vivo que nunca

 

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