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En nuestra ciudad hay un grupo de hombres y mujeres que merecen ser reconocidos y aplaudidos: los bomberos voluntarios. Personas de todas las edades que, sin recibir un sueldo, entregan su tiempo, su esfuerzo y hasta arriesgan su vida para cuidar a la comunidad. El edil Enzo Paique, en una sesión reciente de la Junta Departamental, destacó el trabajo de la Unidad 243, integrada por vecinos de Salto que, además de estar siempre listos para acudir a los incendios y emergencias, dedican horas a prepararse, capacitarse y mantener en condiciones los vehículos y equipos.

Como decía el expresidente Sanguinetti: “lo que se evita no paga”. Esa frase refleja el valor del trabajo silencioso de estos voluntarios, que muchas veces no se ve pero que es fundamental para que la ciudad esté protegida.

Su tarea tiene costos: uniformes, equipamiento, insumos y todo lo necesario para actuar en cada emergencia. Gran parte de esos gastos son cubiertos por ellos mismos o por donaciones de la comunidad. Y, aun así, cumplen con guardias día y noche, sin importar la hora ni el cansancio.

La importancia de los bomberos voluntarios va mucho más allá de apagar incendios. Ellos generan confianza, fortalecen la solidaridad y nos recuerdan el valor de ayudar al prójimo. Son vecinos que ayudan a vecinos, con un compromiso profundamente humano.

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