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Ayer me llevé una sorpresa al leer los medios de Salto. El Hospital Regional anunció con orgullo la incorporación de nuevas luces cialíticas de “alta tecnología” en los quirófanos. Según se informó, esto permitirá mejorar las condiciones de trabajo del equipo de salud y reforzar la seguridad de los procedimientos quirúrgicos. A simple vista, la noticia parece positiva. Y lo es. Nadie puede estar en contra de mejorar el equipamiento médico. Pero cuando uno se detiene a pensar un poco más, surgen preguntas que no se pueden esquivar.

Como cualquier ciudadano, fui a Google y busqué qué son las luces cialíticas y cuáles son sus precios. Los valores varían, pero van desde los 500 hasta los 2.000 dólares. No se trata de una tecnología extraordinaria ni de una innovación revolucionaria. Son lámparas quirúrgicas, un elemento básico, indispensable en cualquier block operatorio. Entonces surge la pregunta inevitable: ¿tan bajo está el estándar de nuestro hospital Salto que cambiar luces se celebra como un gran hito? ¿Tan mal estamos que lo mínimo se transforma en noticia?

¡El problema no es que se renueven las lámparas!

El problema es todo lo que falta y no se dice. Porque mientras se anuncian estas mejoras, los pacientes de Salto siguen siendo derivados a Bella Unión para ser operados. Y eso sí merece una explicación clara y honesta a la ciudadanía. ¿Por qué personas de Salto deben recorrer más de 140 kilómetros para una cirugía? ¿Por qué pacientes, muchos de ellos adultos mayores o con patologías complejas, deben viajar lejos de su ciudad, de su familia y de su red de contención?

¿Rebajar los atrasos quirúrgicos?

La respuesta que se repite es que así se busca bajar los atrasos quirúrgicos. Pero esa explicación queda corta. Muy corta. Porque una cirugía no es solo el acto quirúrgico. Hay un antes, un durante y, sobre todo, un después.

¿Qué pasa si durante la cirugía el paciente se descompensa?

¿Qué pasa si en el postoperatorio surge una complicación grave? Aquí aparece un dato clave que casi no se menciona: el Hospital de Bella Unión no cuenta con CTI. Eso significa que, ante una situación crítica, el paciente debe ser trasladado nuevamente a Salto para recibir cuidados intensivos. Otra vez la ruta. Otra vez la camilla. Otra vez el tiempo que corre en contra. Y otra vez la incertidumbre, tanto para el paciente como para su familia. Un riesgo que podría evitarse si las cirugías se realizaran donde sí existe CTI y mayor capacidad de respuesta.

¿Para que los llevan a Bella Unión?

Entonces la pregunta es inevitable: ¿para qué se los llevan a Bella Unión? ¿No sería más lógico, más seguro y más humano fortalecer de verdad el Hospital Regional de Salto para que las cirugías se hagan acá? La salud pública no se mejora con comunicados optimistas ni con anuncios que maquillan la realidad. Se mejora con planificación, inversión real y decisiones que pongan al paciente en el centro. Celebrar luces nuevas mientras se derivan cirugías a un hospital sin CTI no parece un avance. Parece una señal de que algo profundo no está funcionando. Y la ciudadanía merece saberlo.

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