
La verdadera trama /
La Gran Muñeca, Rivera y los indígenas (III)
- Por Diego Martínez

A raíz de una representación carnavalesca de la muga La Gran Muñeca, el ex legislador y Secretario de ANEP, Dr. Diego Martínez, envió una carta al semanario Búsqueda, cuya última parte compartimos con nuestros lectores: Escribe Padrón Favre, en el libro precitado que “Bernabé Magariños, que estaba destacado en Bella Unión, registró en su Diario personal, entre los meses de julio a octubre de ese año 1830, diversas denuncias sobre crímenes donde aparecían acusados los charrúas, incluso algunos realizados en territorio del Imperio del Brasil”. Surge de dicho diario una serie de constancias como “18 de Julio, Se recibieron oficios del Com.te de Alegrete sobre desórdenes y robos por los Charrúas…”. “29 de setiembre. Supe que los Charrúas cometían robos y asesinatos en el departamento de Paisandú…”. “19 de octubre. … los Charrúas le habían robado la estancia por segunda vez”.
En los primeros días de diciembre de 1830, el vecino José Canto denunciaba que “por tercera vez los Charrúas, o no sé quien, han vuelto a rovarme la estancia de las Cañas el martes 7 del corriente, llevándose como 400 cabezas de ganado según se calcula por la rastrillada, todos los caballos, dejando degollado un muchacho de 9 años, y no se sabe si se llevaron o dejaron también asesinado otro peón joven como de 14 a 16 años…”.
Acciones policiales contra las tolderías...
A partir de abril del año siguiente, era inexorable que el nuevo Estado que surgía, su flamante Parlamento, cometieran por unanimidad al gobierno de turno, que abordara esa estremecedora realidad de nuestra campaña. De ahí se dará el curso de acciones policiales contra las tolderías, encabezadas por Fructuoso Rivera primero y a partir de 1835 por Manuel Oribe.
Vayamos ahora a Don Frutos Rivera
En varios de los abordajes que a su respecto se realizan, en ocasiones para descalificarlo o directamente insultarlo, parece inexorable que el tema central de su trayectoria es el del capítulo indigenista. Y estaría bastante cercano a lo real si se supieran algunas cosas. Entre ellas que miles de guaraníes misioneros le reconocieron como su jefe superior. Es más, llegaron a firmar un documento el 6 de abril de 1828 —Acuerdo de Guaviyú—, en que dejaron expresado —los caciques— su reconocimiento a Don Frutos como jefe. Y le acompañaron a conquistar las Misiones a partir del 21 de abril de 1828. Y las conquistaron. No se escucha jamás, desde ciertas voces indigenistas, este dato histórico. ¿Por qué?
No se escucha
Nunca se dice que los charrúas no quisieron nada en 1825 contra los brasileros. Decidieron no combatir contra ellos, pues el jefe brasileño invasor Lecor los tenía comprados desde 1820, cuando José Artigas se fue y a los charrúas se les ordenó vigilar la frontera con el río Uruguay para que no volviera.
¿Seguimos?
En setiembre de 1825, el 24, los lanceros de Don Frutos se apoderaron de miles de caballos de los brasileños en el Rincón de las Gallinas. Dieciocho días después, la revolución obtuvo el triunfo en Sarandí, entre otros aspectos porque sus fuerzas contaron con caballadas frescas. Los componentes de sus tropas eran mayoritariamente indígenas guaraní misioneros y mestizos.
El ejercito del norte
¿Seguimos? ¿Qué proponía Rivera en 1829 al gobierno de Montevideo? Desde su campamento en el norte, con 7.000 indios guaraníes venidos con él desde las Misiones, que vivían a mate y zapallos, escribía y les pedía comida y curas. Y les explicaba que era el momento de crear el Ejército del Norte, custodio de las fronteras con el imperio, con indios, con mestizos, desde la campaña, sentando bases para la conformación de un país criollo. El ideólogo de lo contrario desde Montevideo era Francisco Solano Antuña. Él operaba para que las respuestas no llegaran, él quería un país blanco, portuario, europeo.
La amenaza de las tolderías
El historiador blanco Lincoln Maiztegui ha dicho que “en realidad, nadie sabe con certeza lo que aconteció en Salsipuedes. Lo único indiscutible es que el país entero —indios asimilados incluidos— pedía a gritos una acción drástica, ya que la amenaza que constituían (las tolderías) era pavorosa”.
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