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"Maternar no reemplaza ni mejora, desdibuja, la familia"
En el suplemento especial por el Día de la Madre, La Prensa, publicó una entrevista que celebra la noción de “maternar” como una forma alternativa de cuidado infantil, desligada de los roles tradicionales de madre y padre, y que propone la crianza como una actividad colectiva y comunitaria. Esta propuesta, presentada como novedosa y liberadora, merece una respuesta clara y firme: “maternar” no reemplaza ni mejora a la familia, la desdibuja.
El concepto de “maternar”, promovido desde ciertos sectores ideológicos, intenta transformar la maternidad en una función neutra, intercambiable, sin rostro ni raíz. Bajo el argumento de que criar es un acto colectivo, se termina relativizando lo esencial: los niños necesitan más que cuidados funcionales; necesitan vínculos estables, claros, profundamente afectivos y enraizados en la identidad de una familia. Sostener que se puede maternar sin familia, sin la presencia activa de un padre y una madre, no es sólo una fantasía posmoderna, sino una negación del deseo profundo de todo niño: pertenecer a un núcleo afectivo sólido, donde se sepa amado, contenido y guiado. Idealizar la fragmentación del cuidado no es inclusión: es des responsabilización. Porque, en la práctica, la “crianza colectiva” termina por diluir la responsabilidad que madre y padre deben asumir con presencia real, afectiva y cotidiana.
Desconfianza de la figura paterna
No se trata de negar que existen situaciones donde la familia tradicional no está presente. Hay madres solas, hay hogares reconstruidos, hay redes de apoyo valiosas. Pero de ahí a proponer la excepción como modelo hay un paso peligroso. La propuesta de “maternar” sin familia parte de una desconfianza hacia la figura del padre, al que muchas veces se presenta como ausente o prescindible, y reduce el acto de criar a una tarea funcional sin estructura ni jerarquías afectivas.
Modelo probado
En lugar de fortalecer los lazos familiares y el compromiso adulto con la infancia, estas ideas socavan el ideal más sano para criar: una familia constituida, donde el padre y la madre estén presentes, involucrados y disponibles. No hablamos de un ideal anticuado, sino de un modelo probado, que ofrece a los niños el marco más estable para desarrollarse emocional, social y psicológicamente.
Rol de la madre y el padre
“Maternar”, en el uso que se le dio en dicha entrevista, es una palabra cómoda para justificar un sistema donde el rol de madre y padre se diluye, y donde la infancia queda a la deriva de vínculos provisorios. Reivindicar la maternidad, la paternidad y la familia no es nostalgia: es reconocer que los niños necesitan raíces, no redes sueltas.
Familia viva y presente
Por eso, frente a discursos que romantizan el borrado de la familia, es urgente reafirmar lo esencial: los hijos no se crían solos, ni en abstracto, ni entre funciones; se crían en el amor y el compromiso concreto de una familia viva y presente. J.S.E.
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