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Andrés Lima está en el primer puesto entre los peores intendentes de la historia de Salto. No compite por ese sitial sino que ya ganó esa carrera. Y como al que no le gusta la sopa, entonces dos platos: ahora nos quieren regalar un paquete como su hermano Álvaro Lima para asumir la intendencia como continuidad de la Dinastía Lima. Es más de lo mismo, representa la continuidad del ex intendente, incluso hasta podría ser peor…

La intendencia de Salto es como una de las Provincias Argentinas del norte, con gobiernos feudales, con grandes cantidades de empleados públicos, un despilfarro de prebendas y clientelismo político, con una base electoral cautiva que le permite ganar las elecciones por la mayoría del voto popular. Los sectores populares con la promesa de dádivas, empleos, viviendas, canastas alimenticias y tarjetas de asistencia económica, representan un electorado seguro y cautivo que les permite ganar in eternum las elecciones provinciales. Salvando las distancias en Salto ocurre algo similar con los Lima, tienen una base de votos armada gracias al aparato organizado desde la estructura de la intendencia. Alla ellos, no es la primera vez que sucede.

Ancado en estas circunstancias Lima fue reelecto en 2020 y ahora pretende impulsar a su hermano este próximo domingo. Otros lo harían con sus esposas, o con sus hijos, pero este lo hace con su hermano de sangre y político, el diputado Álvaro Lima.

Sin dudas el sublema de Confluencia Frenteamplista, todas las 40 listas de la Dinastía Lima juntas, son mayoría dentro del Lema Frente Amplio, compuesto además por los otros dos candidatos Ramón Fonticiella y Gustavo Chiriff. Pero la estructura de los Lima los mata, y estos terminarán juntando votos exactamente para sus contrarios.

Hay que ponerle un freno a esta situación: no podemos abrirle la puerta de la intendencia para que los Lima se queden para siempre en el poder, ya fue dos veces Andrés, ahora viene Álvaro que si ganara podría ser otros dos largos períodos o el regreso del ex intendente a la arena política de Salto en el próximo período. Y así podríamos seguir. ¡Dios nos libre y guarde!

Salto esta caído y derrotado. Paysandú nos ganó la carrera en todo sentido. La ciudad está sucia, rota, triste. La otrora capital del norte del Uruguay ahora no exhibe ninguna cucarda que la distinga. No hay grandes obras, la cultura esta arrasada, no hay fiestas, festivales, encuentros, eventos, los museos cerrados, vandalizados y robados. La arquitectura histórica en decadencia, los grandes edificios descuidados y olvidados. Los sueños de desarrollo descartados por la simplicidad ordinaria, la capital universitaria enlentecida, el equipamiento urbano barranca abajo. Las Bienales de Arte desaparecidas, el Turismo Termal envejecido, las Vueltas Ciclísticas y Rutas de América ni me acuerdo, las grandes competencias nacionales descartadas. Mientras Paysandú contrata al mejor arquitecto del mundo para diseñar su costanera y promover el desarrollo inmobiliaria a la vera del Río Uruguay, y además tiene en vistas sendas inversiones multimillonarias en dólares del Campus Universitario y la Central de Producción de Energía, nosotros en Salto estamos sin ideas ni la fuerza de los fundadores y promotores de esta tierra que nos hizo grandes y orgullosos.

Primero, esta gente se tiene que ir. No hay vuelta, no puedo imaginarme cinco años más gobernado por un Lima. Y precisamente votar al Frente Amplio es hacerlo para que Álvaro Lima sea el próximo intendente. Incluso si mi voto va para uno u otro, terminará beneficiando a Lima aunque no lo quiera ni pretenda.

Después, hay que votar a la Coalición Republicana: Carlos Albisu y Marcelo Malaquina son buenos candidatos, cualquiera de los dos puede dar vuelta la pisada. La reconstrucción de Salto no será milagrosa ni rápida, pero hay que empezar con tenacidad y esfuerzo.

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