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En el corazón productivo de Salto, donde la tierra y el esfuerzo marcan el pulso de la economía local, un grupo de productores está liderando un cambio profundo. Desde la Comisión Fomento de Colonia 18 de Julio, Franco Aranda y Diego Pereira encabezan“Innova Ecovida”, un proyecto que propone producir frutas y hortalizas con menor uso de agroquímicos, apostando a la calidad, la salud y la sustentabilidad.

Una semilla de cambio con raíces locales

“Innova Ecovida” nació en 2022 como parte de una iniciativa de la Comisión Nacional de Fomento Rural, con el cofinanciamiento de la Unión Europea y el apoyo de Fundasol (Brasil). Según explica Diego Pereira, “este proyecto se nos presentó en 2022, hicimos una convocatoria entre los socios y quedaron tres predios seleccionados. Hoy ya vemos los frutos de ese esfuerzo”.

El programa busca transitar de una horticultura convencional hacia prácticas más cercanas a la agroecología, utilizando microorganismos y técnicas de manejo sustentable. “No se trata de cambiar de un día para otro”, aclara Pereira, “sino de avanzar paso a paso hacia una producción más limpia, que cuide el suelo y la salud de todos”.

Recuperar el sabor de la tierra

 “Queremos volver a comer tomates con sabor”. Y eso resume el espíritu del proyecto. Franco Aranda explica que la meta no es solo mejorar la calidad del producto, sino también la de quienes lo producen. “Buscamos reducir el uso de agroquímicos y aplicar herramientas biológicas que mejoren la sustentabilidad. Queremos que el trabajo del campo sea más sano y más digno”.

Esta tendencia no es exclusiva de Uruguay: el consumo de productos naturales crece en todo el mundo, impulsado por consumidores cada vez más conscientes. “El mercado lo está pidiendo”, dice Pereira. “Ahora se encuentran más proveedores locales, algo que antes era casi imposible. Hay interés, pero también debemos concientizar al consumidor: estos productos requieren más trabajo y tienen más riesgos, por lo tanto, su precio debe reflejar eso”.

“La calidad se paga”, el valor justo del esfuerzo

El desafío más grande, reconocen, es romper la brecha entre el precio y el valor real del producto. Pereira recuerda el caso de una productora ecológica que ofrecía papas cultivadas sin químicos. “Cuando las llevó al mercado, se rieron de su producto porque no tenía el tamaño ‘estándar’. Le pusieron todo el esfuerzo y no se lo reconocieron”.

Por eso, una de las metas de Innova Ecovida es educar al consumidor. “Hay que entender que detrás de una fruta más pequeña o menos brillante hay más trabajo y más compromiso ambiental”, subraya.

Un sector esencial, pero olvidado

La horticultura salteña es un pilar de la economía nacional. Sin embargo, los productores denuncian que el esfuerzo no se ve recompensado. “Siempre el intermediario se lleva la mayor parte”. “Y cuando ocurre algo como una helada o una plaga, somos los que más sufrimos”.

En 2023, las heladas destruyeron buena parte de la producción. Pereira recuerda que elevaron un relevamiento al Ministerio, pero la respuesta fue que “los recursos son finitos”. “Nos sentimos desprotegidos”, dice. “No pedimos privilegios, pedimos igualdad. Un productor hortícola muchas veces vive solo de eso; perder una zafra significa perder medio año de trabajo”.

A eso se suman las importaciones desleales de frutas y verduras, que afectan directamente a los productores locales. “Este año hubo cebolla, sandía y calabacín importados en plena zafra nuestra. El trabajo local se desvaloriza y eso desmotiva a la gente del campo”.

Industria nacional ausente, importación presente

Otra gran preocupación es la falta de políticas para industrializar la producción local. “En algún momento se habló de hacer pulpa de tomate o procesar frutas, pero esos proyectos no prosperaron”.

Aranda asiente, “Vamos al supermercado y vemos pulpa de tomate de Chile, Brasil o Argentina, pero casi nada uruguayo. No hay protección para lo local”. Esa falta de respaldo se traduce en pérdidas. “Este año tuvimos una sobre oferta de frutilla y terminamos tirándola. Mientras tanto, se vendía frutilla importada. No pedimos precios elevados, solo que se valore lo nuestro”, cuenta con pesar.

El absurdo llega a extremos, “Una vez vi naranjas israelíes en una playa uruguaya”, relata Aranda. “También hemos visto frutillas de China y Egipto. Es difícil competir con eso”.

Innovar para no tirar, nuevas salidas

Ante esa realidad, los integrantes de la sociedad de fomento están buscando alternativas para agregar valor. “Estamos analizando qué hacer con el excedente de frutillas y zanahorias. Queremos estudiar el mercado y recibir apoyo técnico para desarrollar productos derivados”. En conjunto con la Intendencia de Salto, ya comenzaron las primeras charlas para explorar opciones de industrialización local. “Es frustrante tirar comida mientras se importan los mismos productos. No es justo ni para el productor ni para el consumidor”.

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