Favio Rodríguez /
El maestro del hip hop que convirtió la danza en una familia
Con 38 años de trayectoria, el profesor Favio Rodríguez es una figura emblemática de las danzas urbanas en Uruguay. Nacido y criado en la zona del Estadio Dickinson, comenzó a bailar a los doce años, cuando improvisaba coreografías con amigos alrededor del obelisco de Salto. Lo que empezó como un pasatiempo entre compañeros de escuela, pronto se transformó en una pasión que marcaría el rumbo de su vida.
“A los 12 lo empecé a agarrar en serio y a entrenarlo, y ahí no paré más”, recuerda Rodríguez. Aquellas tardes de música funk y simples americanos fueron su primer contacto con un mundo que, con los años, lo llevaría a representar a Uruguay en escenarios internacionales.
Un joven profesor que rompió moldes
A los 16 años, Favio ya se había recibido de profesor de danza. Pero en aquella época, ser un varón dedicado al baile no era tarea fácil. “Si alguno piensa que hoy hay discriminación, lo que pasé fue impresionante”, confiesa. “No era común ver a un varón bailando, pero tuve el apoyo de mi familia y de muchos profes que me abrieron las puertas”. Durante tres años dio clases honorarias en la Plaza de Deportes de Salto, donde comenzó a formar a sus primeros alumnos. Mientras tanto, trabajaba en el vivero Torres y entrenaba artes marciales. La disciplina, asegura, fue clave para sobrellevar los prejuicios, “Me gritaban que estaba perdiendo el tiempo, pero no sabían que trabajaba y entrenaba igual que ellos”.
El hip hop como refugio y comunidad
Hoy, Favio dirige su propio instituto de danzas urbanas y coordina programas sociales en Salto y otras localidades. En su espacio, el hip hop trasciende lo artístico para convertirse en una red de contención para niños y adolescentes. “El hip hop es una segunda familia. Cada alumno tiene un hermano mayor que lo guía. Hay respeto, confianza y valores que muchas veces se pierden en otros ámbitos”. Su filosofía es clara: no todos los chicos encuentran su lugar en el fútbol o en los deportes tradicionales. “Hay que respetar la inteligencia de cada niño. Algunos son felices bailando tango, folclore o hip hop. Lo importante es que los padres acompañen y no obliguen a encajar en moldes”. Muchos de sus alumnos han combinado la danza con carreras universitarias. “Tengo estudiantes que se recibieron de profesores de historia, biología, matemáticas o dibujo, y eso demuestra que el arte no impide desarrollarse profesionalmente”.
De Salto al mundo, logros que hicieron historia
El camino de Favio y su equipo no ha sido fácil, pero los frutos son evidentes. Su grupo logró un hito histórico al consagrarse campeón nacional, sudamericano, panamericano y finalmente mundial de hip hop. “Nos metimos en la historia del Uruguay”, dice con orgullo. “Después de veinte años, pudimos traer el título mundial”. El siguiente desafío será el Mundial 2026 en Buenos Aires, para el que ya clasificaron con puntaje perfecto. Además, la Federación Mundial de Danza los invitó a realizar un circuito de formación por Europa, con presentaciones en teatros de España, Italia, Francia y Alemania. “Son proyectos grandes y hermosos, pero requieren mucho esfuerzo y dinero”.
Rompiendo estereotipos y formando generaciones
A lo largo de los años, Rodríguez ha sido testigo del cambio de percepción hacia el hip hop. “Antes nos trataban de locos por bailar de cabeza. Hoy, casi todas las academias enseñan urbano, porque es lo que los niños y jóvenes buscan”. Ese reconocimiento tardío confirma que su lucha valió la pena. Incluso desde Montevideo, alumnos viajan a entrenar con él. Dos de ellos representarán a Uruguay en la competencia internacional Red Bull, uno de los torneos más prestigiosos del mundo del breaking. “Si vienen de allá a entrenar conmigo, es porque algo estamos haciendo bien”.
El legado familiar, un sueño compartido con su hijo
De todas las recompensas que le ha dado la danza, quizá la más significativa sea compartir el escenario con su hijo, John Lee. “No lo obligué. Jugó al básquet muchos años, pero un día quiso probar y se enamoró del hip hop”, cuenta emocionado. Hoy entrenan juntos, bailan y comparten el mismo amor por el arte. “Terminamos siendo compañeros. Él tiene mucho talento, y espero que lo sepa aprovechar”. El vínculo entre padre e hijo simboliza la esencia de lo que Favio ha construido: una familia unida por la danza, la disciplina y la pasión.
El hip hop como forma de vida
Para Rodríguez, el hip hop no es solo una expresión artística, sino una filosofía de vida. “Es una familia alternativa que nosotros decidimos tener. Hay muchos hijos de corazón que me dio esta profesión. Algunos fueron alumnos, hoy son padres y traen a sus hijos a mis clases”. Su visión del arte es inclusiva y amplia. “No todos nacen para bailar. Algunos descubren que su talento está en el graffiti, en el rap, en la música o en el diseño de vestuario. Siempre hay un lugar para cada uno dentro del hip hop”.
Un mensaje para las nuevas generaciones
Favio dejó un mensaje, “Intenten, sin esperar nada a cambio. Hagan las cosas de corazón y disfruten el momento”. Esa filosofía lo llevó de las calles de Salto a los escenarios internacionales, sin perder nunca su humildad ni su propósito social. Hoy, desde la Oficina de la Juventud, continúa formando jóvenes y colaborando con instituciones educativas, liceos y centros barriales. “Creemos en devolverle algo a la sociedad, por eso colaboramos donde nos necesiten. El hip hop me dio todo lo que soy y ahora quiero que siga transformando vidas”.
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