
La autenticidad en nuestra vida
- Por la Psicóloga Ana Claudia Acosta

En el día de hoy vamos a compartir sobre este concepto muy usado pero a veces desconocido en su origen real, se dará un aporte desde la mirada psicológica.
¿Qué es la autenticidad?
Es una de las palabras de moda más comunes extraídas de la psicología. Mucha gente la usa todos los días en los medios de comunicación y en conversaciones, pero es uno de los términos más incomprendidos. A veces se cree que significa que es simplemente hacer lo que piensan o sienten, también parece una justificación para ser grosero/a. En cuántas oportunidades oímos: “Solo estoy siendo auténtico y te digo lo que pienso”. La autenticidad es lo opuesto a la actitud defensiva o agresiva. Cuando las personas se ponen a la defensiva, utilizan todo tipo de trucos psicológicos consigo mismas. Distorsionamos, transformamos y falsificamos la realidad como mecanismo de defensa.
Para profundizar en el concepto es importante historiarlo:
Fue Freud quien desarrolló originalmente la idea de las defensas, pero fue su hija Anna Freud quien amplió las ideas de su padre. En 1936 publicó su libro más conocido, El ego y los mecanismos de defensa, en el que describía las diferentes formas de defensa que utiliza la gente.
El primero y más básico de los mecanismos de defensa es la negación. La negación es la negativa a aceptar la realidad. Otra defensa es la represión. La esencia de la represión es no permitir que pensamientos, sentimientos e impulsos peligrosos e inaceptables entren en nuestra conciencia. La proyección es cuando atribuimos a otra persona motivaciones, sentimientos y pensamientos que en realidad son propios, pero no somos capaces de verlos en nosotros mismos.
Esos son algunos ejemplos de mecanismos de defensa
La verdad es que a menudo pintamos una imagen distorsionada de nosotros mismos en nuestra mente que simplemente no coincide con la realidad. Hasta que superemos nuestro uso de defensas, no sabremos realmente lo que pensamos o sentimos. Las defensas son formas de evitar la realidad, excluirla, reenvasarla, revertirla o redirigirla. Usamos defensas para proteger nuestra autoestima, evitar la ansiedad y protegernos de la realidad cuando es demasiado para que nuestro ego la escuche.
Por lo tanto ser auténtico/a, significa tener primero que nada un autoconocimiento de nosotros mismos, ser fiel a nuestros valores, actuar de acuerdo a ellos. Tener coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. Esta habilidad de ser honestos con nosotros mismos y actuar en coherencia con nuestro sentido más íntimo del yo nos permite despojarnos, con libertad, de nuestras máscaras sociales y conectarnos con nuestra esencia más genuina.
Es un camino que nos lleva a la seguridad personal y al bienestar psicológico, pero también representa un desafío que requiere valentía y auto-aceptación.
¿Ser auténtico es decir y hacer lo que se me ocurra?
Vivimos en sociedad, por lo tanto, el cultivar la empatía, el comprender que hay momentos, lugares y situaciones para poder hablar de algunos temas, y de otros no, comprender que no siempre el decir o actuar en el momento es saludable para uno mismo y para los demás. El ser humano necesita “filtrar”, seleccionar la información que va a decir, porque como adultos, se espera, que se vayan generando mecanismos esperados de “represión”, que es ese filtro que hace que pensemos antes de hablar o de actuar.
Por lo que significa que ser auténtico no es sinónimo de ser grosero/a, o espontáneo, es tener la inteligencia emocional adulta, como para analizar cada situación y evento y actuar de la manera más adecuada para cada situación, sin perder los valores propios, las creencias y el respeto.
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