“Nunca es tarde para empezar” /
La historia de Willy Méndez y su nueva vida junto al Plan Ibirapitá
A los 76 años, Washington Méndez o simplemente “Willy”, como todos lo llaman en Salto irradia una energía que desmiente cualquier estereotipo sobre la vejez. Su historia es una prueba viviente de que las segundas oportunidades existen y que la voluntad puede transformar una vida. Desde que se integró como voluntario en el Plan Ibirapitá, Willy no ha dejado de aprender, enseñar y contagiar entusiasmo.
La entrevista, realizada en el Streaming de Diario La Prensa, una conversación cálida y emotiva. Allí, Willy contó cómo la tecnología, el teatro y la solidaridad se convirtieron en pilares de su vida.
De Montevideo a Salto, un nuevo comienzo
“Muchos creen que soy salteño, pero en realidad soy montevideano”, aclara con una sonrisa. En 2013, tras años de vivir solo, decidió mudarse a Salto por invitación de su hija. “Me arriesgué, me vine para estar acompañado, y ahí empezó mi nueva vida”.
Tres años después, ya jubilado, descubrió el Plan Ibirapitá, una iniciativa que entrega tablets y teléfonos a jubilados para promover la inclusión digital. Lo que parecía un simple beneficio se transformó en una puerta a un mundo nuevo. “Fui a buscar mi tablet y terminé encontrando un propósito”.
Florencia Mattos, referente del programa en Salto, notó enseguida la disposición de Willy para ayudar a otros. “Ella me preguntó si quería ser voluntario, y dije que sí, sin pensarlo”. Desde entonces, no ha parado.
Del encierro a la comunidad, un cambio de vida
Antes de sumarse al plan, Willy atravesaba un momento difícil. “Estaba mal, psicológicamente muy mal. Pero desde que conocí a Florencia y al grupo, cambió mi vida totalmente”. Lo que comenzó como una capacitación tecnológica terminó siendo una red de apoyo emocional y afectivo.
“Si me quedo en casa encerrado, la soledad y la depresión te comen vivo”, reflexiona. “Esto me da vida. Salir, compartir, enseñar… eso es tener vida”. Su hija, aunque a veces le pide que “baje un cambio”, lo apoya y admira su vitalidad.
Grupos de lectores y teatro, aprender, reír y compartir
Una de las experiencias más enriquecedoras para Willy ha sido la participación en los grupos de lectores y teatro del Plan Ibirapitá. “Al principio usábamos las tablets para leerles cuentos a los niños en las escuelas. Era una maravilla ver cómo se asombraban al ver a los abuelos leyendo en digital”.
Con el tiempo, el grupo incorporó pequeñas obras teatrales. “Las obras son creaciones nuestras, originales. No copiamos autores, inventamos personajes y guiones entre todos”, explica orgulloso. Una de las más recordadas fue El peluquero, una comedia sobre un barbero que hacía desastres. “Los gurises se morían de risa. Hasta hoy, cuando voy en el ómnibus, me gritan: ‘¡Allá va el peluquero!’”.
El grupo formado por jubilados como Susana, Elisa, Daniel, Nelly y otros recorre escuelas, hogares de ancianos y bibliotecas de Salto y Paysandú. “Somos entre ocho y nueve. Nos disfrazamos, llevamos ropa, nos preparamos. Y lo hacemos por amor, porque nos encanta divertir a los demás”.
Enseñar tecnología, inclusión y confianza
Además del teatro, Willy dedica varias horas semanales a enseñar a otros jubilados a usar sus celulares y tablets en la biblioteca municipal de Salto. “No somos expertos ni profesionales, pero enseñamos lo práctico, cómo usar WhatsApp, Facebook, cómo hacer videollamadas, cómo agregar contactos”.
Las clases son los lunes por la mañana y los martes por la tarde. “A veces ajustamos los horarios por el frío, pero siempre estamos. Enseñamos a disfrutar la tecnología con precaución, porque también hay estafas. Les repetimos, nunca den sus datos personales por teléfono”.
Una de sus anécdotas más conmovedoras ocurrió cuando ayudó a una señora que no sabía leer ni escribir a comunicarse con su hija en España. “Le enseñé a mandar un audio por WhatsApp. Cuando escuchó la voz de su hija, me abrazó llorando. Fue una emoción indescriptible”, cuenta conmovido.
El poder de la comunidad y el amor entre pares
Más allá de la enseñanza o el teatro, lo que realmente motiva a Willy es el vínculo humano. “Somos como una familia. Si uno está enfermo, el grupo pregunta, se preocupa, se abraza. Hay amor en esos grupos, y eso no se ve en todos lados”.
Dice que su felicidad está en poder “dar un granito de arena”. Además, comparte su otra pasión: la música. “No soy cantante profesional, pero canto con pasión. Me gusta el bolero, lo romántico. En mi casa la música suena desde la mañana hasta la noche. Es mi compañera”.
Un mensaje para quienes sienten que ya es tarde
Para Willy, el paso de los años no es una limitación, sino una oportunidad. “Cada persona tiene derecho a disfrutar la vida como mejor le parezca. Algunos tejen, otros hacen jardinería, otros bailan. Lo importante es no quedarse encerrado”. “Podemos, si queremos podemos. La voluntad lo es todo. No hay edad para empezar ni para aprender”.
El voluntario incansable
Hoy, Willy continúa colaborando en el BPS y en la Biblioteca Municipal, enseñando, actuando y contagiando entusiasmo. “No me detiene nada. Vine en ómnibus con bastón, pero con voluntad. Eso es lo que nos mantiene vivos, la voluntad de hacer cosas y salir del encierro”.
Agradeció a todas las personas que forman parte de su vida, “A Florencia Mattos, que me cambió la vida; a mis compañeros del grupo de teatro y lectura; a las directoras y escuelas que nos invitan siempre. Todos ponen un pedacito de algo para llenar mi corazón”.
Una lección de vida
La historia de Washington “Willy” Méndez es mucho más que la de un jubilado con una tablet. Es una historia sobre resiliencia y propósito. Desde Salto, su mensaje un llamado esperanzador para todos “Nunca es tarde para empezar. La vida siempre tiene algo nuevo para enseñarnos, si tenemos la voluntad de aprender”.
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